México vence a Jamaica en su primer partido rumbo a Catar 2022
Un gol del delantero del América dio los primeros tres puntos a México en su camino al Mundial de Catar en un Estadio Azteca sin público y asolado por la lluvia.
Rayos y centellas. Qué lejos está Catar. Para llegar hasta el emirato, los más demenciales huracanes, las más descarnadas tormentas, los más brutales aguaceros, los desiertos más infranqueables empantanarán el trayecto. Henry Martin salvó la noche, una noche desolada y atípica en el Estadio Azteca, sin público y con apenas fútbol. Y agua, mucha agua. Y más inquietudes.
La pertinaz lluvia convirtió el silencio de las gradas en una ventisca de frío decembrino. Las silentes butacas del Coloso de Santa Úrsula gritaban los alaridos de los futbolistas y no proclamas ‘homofóbicas’. Que a esto hemos llegado pues. Ecos, solo ecos y el incesante repiquetear de las gotas sobre la techumbre de hierro, suave banda sonora sustituta, porque la original, la de otras ocasiones, mucho más furibunda y políticamente incorrecta, orilló a este mismo panorama de desolación. La comparecencia de seis aficionados de la vieja guardia, los verdaderos ‘incondicionales’, solo hasta las puertas cerradas con candado, acentuó la desolación. Bien canturreó Bob Marley: “It hurts to be alone” (“duele estar solo”).
Cortó el silencio Jesús Gallardo, cuyo sablazo desgarró la fina cortina de agua que abrazaba el campo de juego. Frío en los gallineros, pero calor caribeño sobre el césped; los improperios de Lowe tras la barrida en falso de Alexis Vega se escucharon claritos pese a la distancia. Después, Gallardo aterrizó sobre Powell y Whitemore temió lo peor; rápido la preocupación cesó, nada que una mentada y una caricia no solucionen. El partido, tan accidentado como un trajín sobre cualquier (maltrecha) calle mexicana en septiembre, celebró su primera acción futbolística cuando Jorge Sánchez envolvió la pelota con su pie derecho y Funes Mori la golpeó con la nariz hacia el césped. Una disonancia cognitiva entre Ochoa y Montes casi finaliza en tragedia cuando Campbell merodeaba en espera del error; solo un murmullo entre el silencio. Vega y Gallardo inquietaron a Blake, pero no conjuraron los malos augurios. El Tri siguió pasando frío en verano. El telón que cerró el primer acto era de agua.
Y entonces se le abrió el cielo a la Selección Mexicana. Mientras la lluvia robustecía, golpeaba y golpeaba, enfriaba y enfriaba, Alvarado abrió el dique con un mazazo; Vega juntó a The Wailers con un amague y disparó raso a contrapié de Blake. Gol de bronce. Un gol de estética ‘Chucky Lozano’. Quién dice que las medallas olímpicas no tienen propiedades mágicas. Los ‘Reggae Boyz’ se refugiaron ante el temporal, climático y futbolístico. México fluyó mejor con la comodidad del nervio roto, con Edson Álvarez dictando desde el estrado. Entonces, Funes Mori, sin pierna izquierda para disparar, tiró por el tobogán a Lawrence y Mariappa; con chocar la pelota con mínimo rigor, Alvarado habría cantado el 2-0 al ritmo de ‘I Shot The Sheriff’. Nicholson no perdonó la displicencia del ‘Piojo; Jorge Sánchez convirtió un lanzamiento furtivo, una pelota perdida entre el agua, en una asistencia de gol.
Los pupilos de Whitemore se envalentonaron una vez sellaron el empate. Sin Bailey, sin Moore, sin Antonio. Sin 12 legionarios. Con un punto de oro. Powell y Powe sellaron a Vega y Córdova, conscientes de la peligrosidad del circuito olímpico; el Tri se atascó en los charcos, la lluvia atrofió los engranes. Entonces, Jorge Sánchez volvió a encontrar un puente aéreo, pero Orbelín Pineda martilleó el balón hacia los guantes de titanio de Blake. México apuró el paso, aunque sin mayor perspicacia. Una colección de tiros y centros por inercia que Blake apagó sin aspavientos. La lluvia, ya torrencial, cayó con furia, quizá para acompañar la debacle. Como en un funeral de Hollywood. Cuando la tormenta difuminó el césped, el Tri se perdió.
Y mientras el temporal ahogaba hasta los mejores presagios, un pase entre líneas de Edson encontró a Henry Martin en la media luna; la gloriosa estela del balonazo abrió un hueco entre la cortina de agua desde el pie del ariete hasta las redes de Blake. Un gol como un resoplido. Como una súplica bajo la tormenta, como Andy Dufresne después de escapar de Shawshank. Una cascada se percipitó sobre el Azteca cuando las luces se apagaron. El partido demostró, además de la inclemencia de las nubes chilangas, que el camino a Catar tendrá fango, borrascas, rayos, centellas, huracanes. Y muchas inquietudes.