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MÉXICO VS CHILE

¡Bienvenido, ‘Tata’! México gana a Chile y sonríe a la nueva era

Un notable segundo tiempo del Tricolor sometió a ‘La Roja’ en San Diego. Raúl Jiménez, de penalti, Héctor Moreno e Hirving Lozano marcaron los goles de la Selección.

Ciudad de MéxicoActualizado a
¡Bienvenido, ‘Tata’! México gana a Chile y sonríe a la nueva era
EmilianoMEXSPORT

México inauguró la época de Gerardo Martino cerrando el círculo maldito. Fue en San Diego donde el Tri derrotó a Chile por última ocasión, previo a la Copa América Centenario, el 1 de junio de 2016, antes de la debacle de Santa Clara. Después de ello, el proceso de Osorio quedó condicionado por los juicios a priori y a posteriori con base en la catástrofe. La expiación llegó. No hay reproches, ni rebeliones. Bienvenidos a la nueva era.

La Selección interpretó a cabalidad el ideario que Martino ha enarbolado a lo largo de su trayectoria: vehemencia, buen gusto y los carriles en explosión. México fue una exhalación incandescente del Popocatépetl en un estadio pletórico, o una puesta en escena del Newell’s de Martino en 2013, a saber del cristal con que se mire. Fluyó el Tri con balón al césped e intérpretes en arrebato, Jiménez en rol de mariscal (o ‘falso 9′), Álvarez como túnel de salida mientras Pizarro y Lozano intercambian parcelas. Chile se refugió mientras el monólogo sin verbo de México terminó de golpe cuando Aránguiz colgó y Vidal fusiló a Ochoa con un testarazo de fuego; el guardameta respondió con guantes de acero y recuerdos de Samara y Fortaleza. La réplica corrió a cargo de Jiménez, quien ha aprendido a rimar juego y gol en Wolverhampton, no muy lejos del Stratford-upon-Avon shakespereano; su bello soneto fue una hoja envuelta por el viento sandieguino, el balón cayó súbitamente, danzante como papel arrugado.

Volvió a percutir Jiménez cuando derrotó en duelo a Mena y disparó al punto de cal; el balón fue un rayo que partió al SDCCU Stadium mientras Lozano lamentaba su impuntualidad. Fue el último atisbo de los pupilos de Martino en la primera mitad. Después de la ráfaga, Chile sumergió el partido en formol. Ochoa contempló el discurrir de la pelota a distancia mientras Pulgar, batuta en mano, llevó al campo las órdenes de Rueda. Eso, hasta que Lozano, Vidal y Guardado prendieron fuego al acuerdo de paz. El 7-0 escuece, aunque lo neguemos, espectadores y protagonistas. El subconsciente se asoma cuando el peligro asecha. 

Tras el entreacto, Jiménez desbordó a Isla, quien la pelota le desapareció en las narices, y la picó en anticipo a la sierra eléctrica de Pulgar; el balón, en trayectoria a buchaca con massé, besó el poste izquierdo y quedó inerte, como Osorio en Santa Clara. La Selección Chilena entró en estado catatónico y la bahía de San Diego se abrió como las aguas del Mar Rojo. Entonces, Jiménez retó a Smackdown a Medel y Maripán y el árbitro Ted Unkel marcó como ilegal el amontonamiento. RJ9, con impecable técnica, engañó a Arias a poste cruzado con otra clinic gratuito de penaltis de autor. Y, de paso, bautizó la era Martino. El gol descorchó cinco minutos de insania. Primero trazó Guardado y Moreno dejó llegar la pelota a su frente, amortiguó el golpe con el cuerpo hacia atrás y la pelota anidó en las redes, como una curva de Randy Jones, pese al vuelo de Arias. ¿No hay goles bellos de cabeza? Moreno diserta.

'La Roja' cayó en depresión y la Selección rondó a placer. Entonces, Pizarro imaginó un hueco que escarbó Lozano, su habitat natural. 'El Chucky' derrotó a Arias en una cabalgata con final de arte, picoteo sublime que entró suavemente en las redes. 3-0. ¿La revancha de Santa Clara? Los presagios parecían encaminarse cuando Hirving Lozano, un cometa fulgurante, rompió a Vidal y a Mena en mil pedazos y prendió fuego al carril derecho con su estela. El centro, con maliciosas intenciones y destinatario a Jiménez, fue interceptado por Vidal, quien lo convirtió en un proyectil amigo que Arias supo desactivar. Pero la bocanada fue un soplo de aire fresco. Los aires de la nueva era. Bielsismo (o Martinismo) en pleno.

Chile salió del estado comatoso cuando Vidal e Isla trazaron una pared inspirada en la era Sampaoli y Castillo, hasta entonces convertido en un forastero que deambulaba en Atacama, envolvió la pelota y la guardó en el rincón bajo de Ochoa. Dedicatoria especial, pareció. Los decibeles cayeron en San Diego, pero las aguas seguían salvajes. Martino dejó intacto su diseño hasta el 75′, cuando Gutiérrez y Hernández suplantaron a Guardado y Jiménez. Ensayo completo. En tanto el partido se difuminó con la noche californiana, Unkel borró de los registros otro gol surrealista de Javier Hernández; un golpeo de omóplato a disparo de Montes que ni Chaplin habría imaginado. La fiesta fue completa. San Diego alumbró la época de Martino con un beso como el que inmortalizó la fotografía del marino y la enfermera Alfred Eisenstaedt en Times Square, esculpido en una estatua que mira coqueta al Pacífico. Martino es el marino y la afición, la enfermera.