La inestabilidad de la Roma y las coberturas de Bale
Si a Solari le ocupa regenerar a un Madrid en fase de abandono, la faena de Di Francesco está encaminada a asentar a un Roma entre contradicciones. Fuera de puestos europeos en la Serie A, la derrota del fin de semana contra el Udinese, compromiso en el que llegó a rematar hasta 26 veces y acabó entregando por un fallo en cadena tras un saque de banda (ver imagen inferior), sacudió todavía más su inconsistencia competitiva. El paso errático apunta a un equipo inestable y precario en las áreas. Di Francesco ha desplazado su característico 4-3-3 por el 4-2-3-1, en una demostración de cintura al tener mediocentros más posicionales (el lesionado De Rossi y N’Zonzi) que interiores puros, sin olvidarse de la formación de tres centrales con la que liquidó al Barcelona el pasado curso. Sin embargo, la deriva no refiere al cambio de sistema y sí menciona a su falta de concentración y continuidad.
A aquel golpazo con el Madrid de Lopetegui (3-0), que queda ya tan lejos, le siguió un amago de reacción que le proyectó en Champions y le recolocó en la competición doméstica. En el inicio del mes de octubre se reconoció lo mejor del Roma. Es un equipo con un volumen ofensivo nada despreciable (91 ataques por partido). Con inclinación a practicar un juego posicional, empuja por los costados al disponer de laterales de buen pie como Florenzi y Kolarov. Se agrupan con los extremos para tratar de desbordar en situaciones de dos contra uno en caso de que las coberturas del rival no existan. El Roma promedia 60 acciones por las bandas. Aunque determinado por múltiples razones, el fracaso del Madrid ante el Eibar se explicó, en buena medida, en la profundidad de Cucurella sin que Bale colaborara nunca en defensa. Los de Solari no se pueden volver a permitir esta actitud, más si cabe en el escenario de que el Roma se maneje en un 3-4-2-1 con Florenzi y Kolarov de carrileros. Por delante, Ünder y El Shaarawy son verticales y competentes en las rupturas al espacio.
La posible ausencia de Dzeko, muy delicada para Di Franscesco por todo lo que representa el bosnio en ataque, reducirá el talento asociativo del conjunto romano. Los desmarques en apoyo del delantero a la espalda de los mediocentros rivales acostumbran a originar contextos de cierta superioridad en zonas interiores. Además, no es menos hábil en los movimientos directos hacia la portería y en las descargas aéreas. Las condiciones de su reemplazante Schick presentan similitudes, pero no alcanzan el nivel de Dzeko. Otra vez sin Casemiro, el Madrid deberá cuidarse de los balones largos hacia Schick y las segundas jugadas, un mal que le castigó fulminantemente en Ipurua.
Al igual que le sucede al Madrid, no es el Roma tampoco un bloque fiable. Sus mayores problemas se vinculan a su insuficiente contundencia. Ha encajado 20 goles en 17 partidos y no ofrece señales de mejora. Su ambición de presionar en territorio rival incomoda a una línea defensiva plantada muy lejos de su propia área y casi en estado de orfandad por su inseguro repliegue. No tolera las contras rivales (14 por choque). La visita al Bernabéu ya delató esta contingencia en el 2-0 de Bale. El Roma tampoco atraviesa su momento más próspero.
Error en cadena evitable
Un saque de banda a 40 metros de la portería propició el único gol del encuentro. Pussetto vino a recibir y Fazio reaccionó tarde. Con un toque habilitó a De Paul, que ya había ganado el hueco a Santon. Juan Jesus también midió mal en su salida al corte.