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Un shock brutal para la FIBA y el olimpismo

De Patrick Baumann, que hacía muy poco había renovado su contrato hasta 2031 con FIBA, se hablaba en los corrillos del COI (era miembro en Suiza) como un futurible para su presidencia. Pese a sus jóvenes 51 años y a no ser un dirigente especialmente mediático, el recorrido de Baumann en el mundo del baloncesto era larguísimo y eso le había permitido acercarse también al olimpismo.

Ya se sabe que hasta 1989, la FIBA no autorizó que los jugadores NBA participasen en unos Juegos (los primeros fueron Barcelona). Entonces, el secretario general era Boris Stankovic, pero desde entonces el triángulo FIBA-NBA-COI mantuvo en contacto con Baumann como principal enlace. Baumann ya era adjunto al secretario general de FIBA en 1995, con menos de 30 años, y supo cultivar la relación con la NBA. Consideraba fundamental fortalecer la relación con un negocio que genera miles de millones de dólares. Por eso, entre otras cosas, había cambiado las fechas del Mundial para pegarlas a los Juegos (2019-2020). Eso permitía a las franquicias NBA limpiar de compromisos a sus jugadores durante dos años.

Durante sus años en FIBA, Baumann, hombre con extraordinario poder en el mundo del baloncesto, había ido restando paulatinamente peso a las federaciones regionales hasta el punto de que a FIBA Europa le quitó el Eurobasket cada dos años para activar el polémico sistema de Ventanas de cuyo éxito, contaban, dependía su futuro como presidente del COI. Buen conversador, políglota, mantenía una excelente relación con José Luis Sáez, ex presidente de la FEB. Fue pilar básico en las concesiones a España del Mundial 2014 (que calificó como mejor de la historia) y 2018.

La repentina muerte de Baumann, que asistía estos días a los Juegos Olímpicos de la Juventud (había sido elegido presidente del Comité Organizador de los Juegos de la Juventud que se celebrarán en Lausana en 2020), resulta de un impacto brutal para la FIBA, que había tomado la dirección exactamente hacia dónde quería Baumann y que ahora tendrá que sentarse a reflexionar sobre su futuro en unos tiempos extraordinariamente difíciles de baloncesto: si mantener esa dirección en la que Baumann creía firmemente o cambiar de rumbo. De momento, su fallecimiento deja a la FIBA huérfana de líder y con un impacto del que no resultará fácil recomponerse. Y al olimpismo, sin un futuro presidente. Descanse en paz.