El Madrid regresa a los temores de la pretemporada
Mes y medio después de comenzar la temporada, el Real Madrid dejó en el derbi las sensaciones previstas antes de arrancar la Liga: un equipo con dificultades para marcar las diferencias que Cristiano Ronaldo arreglaba en el área contraria. El partido confirmó una tendencia que se inició en San Mamés (1-1) y no se detuvo en los tres siguientes partidos: victoria (1-0) muy sufrida frente al Espanyol, derrota durísima en Sevilla (3-0) y empate sin apenas ocasiones de gol en el encuentro madrileño..
A estas alturas, resulta exagerado el optimismo que se alimentó en los tres primeros partidos del campeonato: Getafe, Girona y Leganés. El Madrid presionó fuerte y bien, mejoró la posesión de la pelota, apenas concedió ocasiones a sus rivales y los goles llegaron a través de Bale y Benzema. Después de la tercera jornada, el delantero francés era el pichichi de la Liga, con cuatro goles. Se habló de un nuevo Benzema, de su liberación sin la presencia de Cristiano y de un recién adquirido instinto depredador.
Había más ficción que realidad en el perfil del nuevo Benzema, un gran jugador que ha desmentido a los que pretendían convertirle en otra cosa. La naturaleza se impone rutinariamente en el fútbol, y Benzema no va a mudar de piel a estas alturas de su trayectoria, a punto de cumplir 31 años. Será importante en el equipo y marcará los goles habituales, pero que nadie espere un Benzema fiero, con colmillo goleador y espíritu legionario.
Lopetegui ha sustituido a Benzema en los últimos cuatro partidos, un dato preocupante porque no se trataba de partidos que el Madrid había despachado de un plumazo. Al revés, el equipo buscaba remates y goles. Benzema no ofreció ni una cosa ni otra. Ni ha marcado, ni ha rematado. En el derbi confirmó que su racha inicial no obedecía a un brusco cambio de su naturaleza. Benzema es el mismo de toda la vida, y a ese jugador tendrá que sacar provecho Lopetegui.
Algo parecido ocurre con Gareth Bale, más activo esta temporada que las anteriores, pero con un problema recurrente de fragilidad. Tampoco ha marcado en los últimos cuatro partidos de Liga, pero su frecuencia rematadora no se discute. Sin embargo, su sustitución en el derbi le devolvió a un escenario demasiado conocido: su cuerpo volvió a resentirse. Son más de 20 lesiones desde que llegó al Real Madrid y ese precedente es temible. En uno de los partidos más importantes y exigentes de la temporada, el Madrid no pudo disponer de Bale en el segundo tiempo.
Si Benzema no agita y Bale no lidera, la nostalgia de Cristiano será inevitable. Nadie agitaba más y ninguno le discutía el liderazgo real en el campo. Por lo demás, su cuenta de goles estaba asegurada. Al Madrid cada vez le cuesta más producir ocasiones y marcar goles. Antes podía descansar en un fenómeno, ahora tiene que encontrar soluciones en otros aspectos. No le resulta, ni le resultará fácil.
El Madrid se recuperó admirablemente en el segundo tiempo. Su posesión ascendió hasta el 66%, el equipo jugó en campo rival y se llegó a momentos de asedio, pero Oblak sólo fue exigido en una ocasión, el mano a mano con Asensio. Ningún centrocampista irrumpió en el área para sorprender a la defensa del Atlético. Nadie desequilibró con el regate, más necesario que nunca en estos rígidos tiempos tácticos. Después de un pésimo primer tiempo -el Atlético le superó en todas las cuestiones del juego- el Real Madrid recurrió al orgullo que le distingue, amparado por el Bernabéu, la excelencia pareja que formaron Ceballos y Kroos en el costado izquierdo, la incesante percusión de Carvajal y la obsesión defensiva del Atlético de Madrid, donde conviene romper un tópico: defiende peor, y ataca mejor, de lo que se dice.