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Más castigo para los macarras

He montado escasas veces en moto, la mayoría de ellas de paquete. Las suficientes para que me causen un tremendo respeto. Seguramente desde la pericia de un piloto se vea el umbral de peligro desde otra perspectiva. El riesgo, en cualquier caso, está intrínseco en este deporte. Su historial de accidentes mortales así lo confirma. Por eso conmociona tanto la imagen que llevamos viendo repetida desde el domingo en televisiones y páginas web, esa salvaje acción de Romano Fenati en la que toca el freno de Stefano Manzi a más de 200 kilómetros hora. La habilidad de los pilotos evitó una tragedia, pero, como dijo el propio Manzi, podría haberlo matado. Tan bárbara como la decisión de los comisarios del Mundial, para los que esa atrocidad sólo merece una suspensión de dos grandes premios.

Es decir, los jueces estiman que Fenati ya podría estar el 21 de octubre en Japón tocándole los frenos y las narices a los rivales. Menos mal que su equipo sí ha aplicado el sentido común expulsando al piloto, y su futura escudería rompiendo el contrato. No es la primera vez que presenciamos macarradas de este calibre en el motociclismo. No queda tan lejana aquella patada de Valentino Rossi que derribó a Marc Márquez. El mismo que hace unos días tenía la desfachatez de negar públicamente la mano al español. Si el mundo de las motos quiere considerarse un deporte, y esa consideración ha tenido siempre, debería cuidar más ciertos valores, que en estos casos se arrastran por los suelos. Y eso debería empezar por el organizador y su jurado. Las motos son apasionantes. Merecen otra imagen.