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Un Madrid archiconocido, sin la fiebre de Cristiano

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Todos los clubes conviven mal con la derrota, pero sólo en el Real Madrid alcanza una relación patológica. El madridismo recibe las derrotas no con sorpresa, sino con incredulidad. Siempre es cosa seria y ruidosa. En ningún otro lado se acelera tanto el vértigo de las crisis. Algo de eso ha ocurrido con al trastazo de Tallin, frente al Atlético de Madrid con más potencial futbolístico de los últimos años.

El Madrid jugó con una alineación no reconocible, sino archiconocida. O muy poco renovada. Hace tres temporadas que el club eligió un camino diferente al que había recorrido durante la presidencia de Florentino Pérez. El dirigente que zarandeó y cambió el rumbo del mercado mundial del fútbol con los fichajes de Figo (Barça), Zidane (Juventus), Ronaldo (Inter de Milán) y Beckham (Manchester United) y posteriormente con Kaká (Milán) y Cristiano Ronaldo (Manchester United), se maneja ahora con prudencia en el territorio de las promesas: Odegaard, Asensio, Theo, Ceballos, Vallejo o Rodrigo. El fichaje más caro de las tres últimas temporadas es Vinicius, 45 millones de euros por un jugador que acababa de cumplir 17 años. Por cierto, no jugó ni un minuto frente al Atlético.

Si esa política tiene o no sentido se sabrá pronto. Hasta el momento sólo Asensio se ha establecido como un futbolista de primer nivel, con algún apunte de estrella, aunque eso nunca es suficiente en el Real Madrid, donde se exige continuidad en la excelencia. Por ese lado, este Madrid invita a cierta sospecha. Es un gran equipo y como siempre figura como candidato indiscutible a los principales títulos, pero ofrece algunas señales de agotamiento, de equipo demasiado visto.

La crisis que desembocó en la repentina marcha de Zidane también fue motivada por su desconfianza en los jóvenes que adquirió el club en el verano de 2017. Ninguno le mereció especial crédito. Desaparecieron del equipo, con el reproche implícito de Florentino Pérez. Sin embargo, es la pérdida de Cristiano Ronaldo lo que añade una lectura especial a esta temporada. Del Real Madrid ha salido un delantero de 33 años, no se sabe si en el comienzo o no de su declive. Sí se sabe que abandona el club después de atropellar todos los récords goleadores del club de Di Stéfano, Puskas, Hugo Sánchez, Ronaldo y Raúl.

Es evidente que el traspaso de Cristiano a la Juve es una operación de riesgo. Nadie en el equipo había probado, ni de lejos, que pudiera competir con el portugués en la producción de goles. Se ha ido el mayor goleador de todos los tiempos y no ha ingresado nadie (los dos fichajes han sido un lateral, Odriozola, y un portero, Courtois) para paliar el déficit o para completar las expectativas que el club ha depositado en Benzema y Bale. Uno lleva diez años en el Real Madrid. El otro, cinco. Dos excelentes jugadores, sin duda, pero nunca con el nervio, la consistencia y la capacidad de liderazgo de Cristiano Ronaldo.

El partido de Tallin definió perfectamente a Benzema y Bale. Magnífico rendimiento en la primera parte y abrupta desaparición en el segundo tiempo y la prórroga. A pesar de sus despistes frente al Atlético, el Real Madrid será solvente en la defensa y el medio campo, salvo que a Modric empiecen a pesarle los años, y no lo parece. Es en la delantera donde, además de goles, necesitará apetito, temperamento y competencia interna, cualidades que abundaron en Tallin.