La sobreexposición de Piqué y Ramos
Sensación contraria. Cada una a su manera, Portugal e Irán han puesto en duda la estabilidad defensiva de España, clave del éxito en el triplete dorado (Eurocopa 2008, Mundial 2010 y Eurocopa 2012). Tiembla la Selección en situaciones que antes controlaba como nadie. Piqué y Sergio Ramos, las personalidades más importantes de todo el sistema, han sufrido el peaje del nerviosismo de De Gea y la soledad de Busquets. Su fortaleza en las disputas individuales sigue vigente (71% de acierto para Piqué y 66% para Ramos), pero han transmitido titubeos extraños en ellos. Añoran la presencia de un segundo pivote en la medular.
Anticipar como máxima. Piqué y Ramos han convivido casi siempre con una sobreexposición por la apuesta ofensiva de sus equipos y de la misma España. Jugar con tantos metros a su espalda les impone tener que anticipar en zonas de máximo riesgo. Contra Irán, con toda la Selección en campo rival, sí controlaron las limitadas transiciones persas (Ramos se hizo con seis rechaces y ambos recuperaron dos balones en terreno de juego contrario). Sólo sucedió hasta el 1-0. Sin embargo, nunca gobernaron estas acciones ante Portugal. Piqué, que protagonizó 30 esprints, intentó adelantarse hasta en tres ocasiones a Cristiano sin fortuna alguna y con sumo peligro. El talante de ida y vuelta de Marruecos (44 contraataques en este Mundial) volverá a plantearles una película parecida.
A tapar el lateral. La falta de un acompañamiento fijo para Busquets también fuerza a Piqué y Ramos a salir a la banda con demasiada frecuencia. Con dos laterales largos como actúa España, se ven forzados a realizar coberturas en los costados vaciando el centro de la zaga si a Busquets no le da tiempo a cerrar. Piqué, especialmente, sufre en esas labores. La clara oportunidad de Taremi, que casi supuso el empate de Irán, fue consecuencia de un caño de Amiri al central con el que desequilibró todo el eje defensivo.
Balones divididos. Acostumbrada a tener que hacer frente al fútbol vertical de los rivales, sorprende los pocos recursos que está exhibiendo la Selección en el dominio de los rechaces. Casi todo centro cruzado o desplazamiento aéreo supone un contratiempo serio. Es poco habitual ver a Piqué y Ramos sobrepasados en este escenario como está ocurriendo por momentos. Ramos perdió seis de sus 12 duelos por alto contra Irán, penalizado por la potencia de Azmoun. La dificultad mayor para la Selección se presenta al no poder recoger la medular esos balones sueltos. Entre Busquets e Iniesta apenas se apoderaron de un rechace cada uno en campo propio frente al combinado iraní. El ‘5’ de la Selección sí despuntó en esta faceta en el debut mundialista (cuatro rechaces).
Descuidos. Todas estas vicisitudes han viciado el rendimiento de la Selección y de los propios Piqué y Ramos. Ambos ya han cometido errores eludibles con efectos negativos en el marcador. La precipitación de Ramos en el 2-1 de Portugal, midiendo mal el salto y soltando a Guedes, o la falta de Piqué en el 3-3 definitivo de Cristiano son pruebas incontestables. Tampoco estuvo correcto Piqué en la orientación del despeje de cabeza contra Irán que casi derivó en el gol de Ansarifard, justo antes del tanto de Diego Costa (ver imagen). Dejó el balón muerto en lugar de repelerlo hacia la banda. Estas equivocaciones son producto de cierta ansiedad emocional que zarandea a España en este inicio de competición. Parece haber olvidado la seguridad que, junto a un estilo inconfundible, la distinguió en las Eurocopas y Mundial conquistados.