Afición mexicana se apodera del Rostov Arena
De nueva cuenta la Selección Mexicana fungio como local en las tribunas en su duelo ante Corea del Sur.
El traje de Chapulín Colorado los identifica como mexicano. Lo mismo va para quienes vienen vestidos de charros. O aquellas que emulan a Frida Kahlo. O las que han llegado con la cara pintada de Catrina. O con sombreros enormes. O máscaras de luchadores. O con sarapes. El país tiene tantas formas de distinguirse, que aparecen todas: Rostov es por hoy mexicano.
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Impresionante la cantidad de aficionados que han hecho el viaje al sur de Rusia. Desde horas antes es notoria la superioridad numérica. Los coreanos apenas se cuentan. La explanada de la Arena Rostov bien podría ser la del Estadio Azteca, la del Akron o la del BBVA Bancomer. Es una sucursal tricolor. Hombres, mujeres, niños que han hecho un largo viaje para apoyar a su representativo nacional.
Y si en la periferia se siente la mayoría, dentro del estadio, la afición mexicana es capaz de dejar sin palabras a cualquiera. “Y ya lo ven y ya lo ven, somos locales otra vez”, cantan mientras saltan abrazados. La grada casi completa está de pie. Camisas verdes, pero también blancas, porque muchos han traído la que esta tarde utiliza el Tricolor en la cancha.
Antes del juego, el sonido local reproduce el “Cielito Lindo” y el canto eriza la piel. Más de 35 mil gargantas, en un escenario con capacidad para 43 mil. Rostov podrá estar al sur de Rusia, pero si alguien dijera que está en México, esta tarde cualquiera podría creerle. Tras el canto del que se ha convertido en un segundo Himno, los equipos saltan al campo.
Y lo hacen al ritmo de música que la afición mexicana aprovecha para rendir culto al nuevo ídolo. “Eeeeel ‘Chucky’ Lozano, eeeeel ‘Chucky’ Lozano”, retumba en la grada. Enseguida, el Himno Nacional deja claro lo que la tribuna proclama desde hace horas: el Tricolor es local.
Silbatazo inicial: toca turno al equipo de Juan Carlos Osorio. En la tribuna, México ya va ganando.