100 HISTORIAS DE LA COPA DEL MUNDO | 62
La Jules Rimet se refugia de la guerra en una caja de zapatos
Ottorino Barassi, entonces vicepresidente de la Federación Italiana de Fútbol, ocultó el trofeo para evitar que cayera en manos de la Gestapo.
La Jules Rimet fue la copa maldita. Rodeada por el misterio, el mal agüero, el trofeo presenció y sufrió las turbulencias del Siglo XX. El símbolo de la concordia, la competencia, el deporte como factor de unión y convivencia. Toda la construcción cayó cuando la guerra estalló y el trofeo mismo, cuyo fin era enaltecer al victorioso, se volvió un botín de tiempos inhumanos. La triste ironía de la guerra.
Un día de 1941, la Gestapo irrumpió en el domicilio de Barassi y lo interrogaron sobre la ubicación del trofeo; desde entonces ya un Santo Grial del poder, político, económico y deportivo. La leyenda relata que Barassi negó saber dónde estaba la Jules Rimet y deslizó que, quizá, el Comité Olímpico lo tendría bajo su supervisión en Milán.
Después del susto, Barassi entregó el trofeo a la Federación, quien lo delegó a su abogado: Giovanni Mauro. El letrado, a su vez, lo confió a Aldo Cevenini, exfutbolista del Milán, quien tendría a salvo la Jules Rimet en su casa de campo de Bembrate di Sopra, a las afueras de Bérgamo. Ahí, esperó a que la guerra terminara, hasta el verano de 1945 para que volviera a ver la luz sin miedo. Oculta ella mientras también lo estuvo el fútbol: la Serie A se detuvo entre 1943 y 1945 y también la Copa del Mundo de la FIFA, que se reactivó hasta 1950 en Brasil en un mundo cicatrizado, adolorido.
Tiempo pues, Barassi fue nombrado como presidente de la Federación Italiana. Después, ascendió a la junta directiva de la UEFA y formó parte del grupo que dio vida a la Copa de Europa, hoy Champions League.
La copa maldita después fue robada dos veces. No sobrevivió a la segunda. Presumiblemente fue fundida. Pero nadie sabe su destino.