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100 historias de la Copa del Mundo | 9

Zico, Platini y los penaltis, cuando la perfección se empeñó en errar

Ver fallar a un ídolo en la cancha es algo común. Ver fallar a dos es poco probable, pero ver que fallan en la misma cancha y desde el mismo punto penal, es algo histórico.

México DFActualizado a
Zico y Platini en México 86
Getty Images

Ver fallar a un ídolo en la cancha es poco común, pero admisible. Ver fallar a dos es poco probable, pero imaginable. Pero ver fallar a dos ídolos en la misma cancha y desde el mismo punto penal ¡es algo que ni el pesimismo podría premeditar! Uno de los juegos más recordados en la historia de los mundiales, más por lo yerros de la ‘perfección’ que por la calidad de aquel maratónico encuentro, se suscitó aquel 21 de junio durante el Mundial de México 86 y donde los protagonistas fueron el francés Michel Platini y el brasileño José Arthur Antunes Coimbra 'Zico'.

Francia y Brasil se citaron en aquel repleto Estadio Jalisco para conocer a uno de los semifinalistas de la justa. Aquella tarde de domingo estaba llamada a ser de fiesta, primero para ver a dos de las mejores escuadras bajo el cielo de Guadalajara y más tarde para ‘festejar el pase’ de México a semifinales sobre Alemania. Parecía la adecuada para que los héroes de la cancha enmarcaran con letras doradas aquella inigualable jornada.

Los galos eran liderados por Michel Platini, el entonces mejor jugador del planeta, piedra angular de la entonces selección campeona de Europa. Se enfrentaban al equipo de ‘casa’, o por lo menos así se sentían los amazónicos en la capital jalisciense gracias al buen recuerdo de México 70 y por el favoritismo de la gente, el cual guardó en el banquillo a Zico, apodado ‘El Pelé Blanco’ por sus regates, pases precisos y su efectividad frente al arco.

El juego de inmediato era como se esperaba. Juego táctico bien jugado en medio campo, con la magia del ‘jogo bonito’ y la estabilidad francesa en su máximo esplendor. El primer tiempo fue de alarido. Tan pronto el extraordinario aparato ofensivo de Brasil funcionó, cobró frutos. Sócrates y Josimar se enfundaron en paredes perfectas, para que en momento último apareciera Careca para abrir el marcador al 17’.

Los europeos respondieron en esa misma mitad gracias a la puntual cita de Platini a segundo poste con aquel esférico, la cual la zaga verde-amarela no pudo descifrar. Ya en el complemento, con el marcador igualado, Zico entró a la cancha con 20 minutos por delante para mostrar su habilidad. Tarde perfecta para la afición en la que nada podía fallar. De la que nadie podía sospechar.

Cuatro minutos más en tarde en el terreno de juego, Branco fue derribado dentro del área, por lo que aquel mago tenía la oportunidad ideal para mostrar el mejor de sus trucos, aquel tan visto pero que le encantaba a su público. Colocó el balón, se perfiló, pero su postura fue tan obvia que el arquero Joel Bats no tardó en adivinar su disparo. El mago había sido descubierto en su truco estelar.

La victoria ‘canarinha’ no llegó. La tarde continuó, con ello el andar del reloj y el cansancio por el calor. Se cumplió el tiempo reglamentario y también los 30 complementarios. El manchón penal dictaría al ganador. Ya en la tanda, Sócrates fue el segundo en fallar, pero no nuevamente el experto en anotar. En esta ocasión ya no dudó. Zico cobró para resarcirse de su falta anterior, con menos colocación, pero con mayor intención.

Con la desventaja en el marcador, el ‘scratch’ esperaba un error del Rey Michel y para su gracia, lo impensable ocurrió. Lo nunca antes visto se presenció. El mejor del mundo falló desde los once pasos y de manera burda. Su balón ni a portería fue, ni cerca pasó. Cual déjà vu, el error del primer ídolo se repitió, pero ahora en el genio rival. Se necesita tener tanta mala suerte para ver fallar a los mejores en dos ocasiones tan similares. Tener tanta buena suerte para admirar historia.

El fallo del aún monarca del balompié mundial no tuvo consecuencia. Julio César se quiso unir a una fiesta que no estaba a su alcance. Fallar sin tener repercusión sólo es para unos cuantos y él no era de ellos. Su error fue cobrado por Luis Fernández de inmediato para sellar el pase francés.

Platini agotado podía respirar para no ser crucificado. Zico, en cambio, le tocó lidiar con la crítica de los diarios y con el final de una generación que no encontró coronación. Dos genios fallaron, desde el mismo lugar y en el momento crucial. La historia a ambos les dio su lugar, con la moraleja de que, incluso a aquellos que parecen ser de ascendencia celestial, el manchón penal los puede desnudar en su imperfecta humanidad.