Unas pocas jugadas felices..
Y en todas ellas intervino Messi. Fueron tres mal contadas. Dos fueron gol. En una ocasión lo marcó Luis Suárez, que corre como un galgo hambriento. En la otra finalizó Jordi Alba, su socio, la centró Messi y la puso en juego Coutinho, que es decisivo pero aún no rompe. De resto, leche machanga, como dicen los viejos canarios. El Eibar agarró al Barça y lo puso a buscar petróleo en defensa, donde Piqué hizo de todo hasta la extenuación. Los azulgrana de Eibar fabricaron fútbol impreciso pero continuamente, y los azulgrana de Barcelona, ayer de azul clarito, estuvieron ahogados. Hasta que apareció Messi y sucedió lo que dice la leyenda de un Brasil-Perú de antaño: un locutor de radio, muy peruano, gritaba los avances de su equipo, hasta que en uno de esos ataques radiados, pero ficticios, marcó Brasil. “Avanza Perú… gooool de Brasil”.
En Ipurua, avanza el Éibar, gol del Barça. La historia tuvo su azar, la expulsión de Orellana, que había sido el más voluntarioso y feliz jugador del Eibar. Una tontería, un golpe de los que en el fútbol resultan provocativos sólo si los miras muy de cerca. Pero el desequilibrio que se hubiera previsto no se hizo tal y el Barça siguió sufriendo como si jugara con suplentes. Messi se asoció consigo mismo y fabricó el arte al que nos tiene acostumbrados, Piqué siguió en su sitio y al final fue Alba el que dejó que respirara Valverde. Valverde y yo mismo, que como aficionado las pase canutas.