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Tercer tiempo

Fútbol de medianías

Parece apropiación indebida, pero juro que puse el Leganés-Éibar y luego, cuando puse Carrusel, me sorprendí pensando lo mismo que luego decían Dani Garrido, Axel Torres y los suyos acerca de las mitades de la tabla. Esos dos equipos representan, en sus virtudes y en sus defectos, excepciones en LaLiga: de ellos (del Éibar quizá más) se esperaba poco a priori. Sin embargo, a base de juego y de pasión han conseguido dos cosas que ya no les quitará nadie, al menos esta temporada: hacen un fútbol mejorado con respecto a la táctica y a la formación física que se supone que se juega en las medianías. No extraña su posición en la tabla.

Para llevar público

Lo pensé viendo los graderíos de Butarque: a pesar del frío helado de Madrid, aquello estaba abarrotado. Y la gente no va al fútbol porque sí, eso era antes. La gente va al fútbol por pasión, paga la entrada por pasión, grita por pasión, y espera que su equipo no gane, tan solo, sino que exige que compense sus esfuerzos, los de sus bolsillos y los esfuerzos a los que obliga el clima, con la calidad del juego. El fútbol es una competición bella e incierta, y en Primera ha de ser en efecto de primera. Ahora en Primera no sólo están los tres o cuatro primeros, que por cierto tienen crisis de graderíos.

Expresión de alegría

Además, el público, cuando va, suele ser mezquino; incluso los fans más impetuosos le guardan tal rencor a sus equipos, por lo que pasó recientemente, que se mantienen en silencio hasta que el equipo se reivindica con alguna jugada extraordinaria. Pasó con el Madrid el sábado. Como ha tenido traspiés que han torcido el gesto de la hinchada, ni aplausos hubo para su alineación. Y ni siquiera mostró alborozo ante el extraordinario gol de Lucas Vázquez, que jugó de inicio y le puso al equipo las pilas. Luego la goleada se interpretó (el amigo Roncero, en Carrusel, abrió el camino) como una carta al PSG.

Una carta al PSG

La carta, al fin, fue de Cristiano Ronaldo. Tres goles, tres párrafos. La carta, en todo caso, tiene una posdata: los goles de la Real Sociedad. Por la noche escuché en El Larguero esa advertencia. Toda carta tiene su posdata. Y que al Madrid le metan dos goles en casa, en los malditos segundos tiempos, pone en guardia al equipo. Hubo un prólogo a esa carta: el saludo Eusebio-Zidane. Cariñoso, sonriente, el exazulgrana le hizo una señal con el dedo, como diciéndole “que ganes [al PSG]”. Pues le ganó Zidane a la Real en un primer tiempo que tuvo el valor de hacer que la hinchada se mostrara al fin feliz.

La tropa del medio

En el medio está la virtud. Excepto en el fútbol: si estás en el medio no vas a ningún lado. Pero el fútbol también se hace de medianías. Por ejemplo, el Athletic es un buen equipo con malas sombras ahora, pero la UD Las Palmas está salvando la cara, gracias a la energía de Paco Jémez. El Alavés se sostiene con la ilusión que es propia de Abelardo y de una plantilla que no se rinde jamás. En Leganés ganó el Éibar no sólo por voluntad, que fue magnífica, sino por calidad. La calidad sin voluntad no es nada. Y aquí hubo de las dos. Me gustó ver esa reacción, esa alegría.

La sala del fútbol

Hemos vivido la ilusión de ganar para España el Europeo de fútbol sala, que es como el fútbol boutique: aficionados que vienen de la pasión del fútbol grande y que encuentran en esos recintos las calidades que otros hallan a campo abierto. Portugal fue demasiado enemigo, pero España estuvo a punto de destronar a ese Ricardinho que se ha impuesto ahora como un nombre grande del fútbol chico en el mundo. Lo que es admirable es que lo que empezó siendo una distracción sin espectáculo haya llegado a ser también juego de radiotelevisión. Y es triste también que de esos futbolistas se sepa tan solo cuando compiten en lo alto.