IVÁN MOLERO

El digno extrarradio del poder

Espanyol y Leganés juegan un partido en el extrarradio de los poderosos que, abusando de su fuerza, contaminan el fútbol auténtico. Por cierto: ¡Justicia para El Prat!

Iván Molero
Llegó al Diario AS como estudiante en prácticas en 2002, y desde que se licenció en Periodismo por Blanquerna, de la Universitat Ramon Llull, se ha especializado en la información del Espanyol, sobre el que también ha co-escrito libros, todo ello atendiendo al seguimiento de otros equipos, deportes y eventos desde la delegación de Barcelona.
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El ahora conocido a mucha honra como Espanyol de Cornellà, fundado por estudiantes de la Universitat de Barcelona junto al Passeig de Gràcia y que luce los colores del blasón de Roger de Llúria, visita este domingo —como por un guiño del destino— a un Leganés que, de convivir durante décadas a la sombra del gigante Real Madrid, del enorme Atlético e incluso de otros menos colosos (del Rayo al Getafe), ha pasado esta semana a engullirlo, como Saturno devoraba a su hijo en el cuadro de Goya. El ‘pepinazo’ ha desencadenado la crisis en blanca, y ni con esas ha tratado de desprestigiar ningún símbolo madridista ni al Lega, ni a su afición, ni a su condición de club con sede social en las afueras. Sugirió bien Quique que tanto hay que saber perder como ganar y estuvo impecable Valverde con el “Espanyol de Barcelona”.

Pero, lejos de ofender, debería servir ese titulillo de “Espanyol de Cornellà”, primero, para reivindicar la condición del partido de extrarradio que se disputa en Butarque. Del extrarradio de los poderosos que, haciendo abuso de su fuerza, contaminan el fútbol auténtico. El que, sin ir más lejos, le valió al Lega para escalar posiciones y sueños desde aquel playoff de ascenso en L’Hospitalet (¡otra ciudad colindante con la gran urbe, habrase visto!). Y segundo, para reparar un agravio sobrevenido estos días: ¿Y qué pasa con El Prat? ¿Acaso no se asienta el estadio perico sobre ambos municipios? Claro, que si se aceptara como bueno “Espanyol de El Prat”, habría que cambiar para siempre los destinos de todos los vuelos que aterrizan, teníamos entendido, en Barcelona. Las insensateces se desnudan solas. ¡Viva el extrarradio!

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