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Super Bowl LII

LeGarrette Blount y su extraña forma de llegar a la eternidad

El corredor de los Philadelphia Eagles aspira a conseguir su tercer anillo y a ser el jugador con más touchdowns en playoffs de los que están en activo.

LeGarrette Blount y su extraña forma de llegar a la eternidad
AL BELLOAFP

LeGarrette Blount va a saltar al campo del US Bank Stadium de Minneapolis para jugar el Super Bowl LII y tratar de alcanzar una eternidad, una inmortalidad, para la que no estaba llamado. El corredor de los Philadelphia Eagles es una rareza, una casualidad si se quiere, en una NFL que tiene que estar boquiabierta por verle, otra vez, al borde de los libros de récord.

Porque Blount puede conseguir varias cosas impresionantes. La primera, y principal, es que de ganar su equipo, los Eagles, sumaría tres anillos. Sólo hay otro jugador en su posición que haya conquistado tres Super Bowls con varios equipos. Se trata de Derek Loville, que lo logró con los San Francisco 49ers y los Denver Broncos en los 90, pero era un jugador secundario, un reserva.

Blount, sin ser en modo alguno una estrella o el pan y la sal del juego de carrera de sus equipos, sí que se puede considerar "titular" en la actual plantilla de Philadelphia, y lo fue en sus dos otros triunfos, con los New England Patriots. Porque esa es otra, conseguiría su anillo ganando al equipo que le dio los dos primeros.

Las comillas en "titular" vienen dadas porque el concepto es un poco ambiguo en muchos equipos actuales de la NFL con el puesto de running back, y ya lo era en su paso por los Patriots.

Siendo muy relevante el tema de levantar el Lombardi Trophy, obviamente, resulta que a título individual LeGarrette también tiene el libro de récords abierto en el Super Bowl LII. Porque ahora mismo es el running back en activo con más touchdowns de carrera en los playoffs. Lleva diez y tan sólo tiene por delante a otros siete corredores, todos ellos retirados. Es una nómina que asusta sólo nombrarla: Emmitt Smith, Thurman Thomas, Francos Harris... Está a dos touchdowns de alcanzar al mítico Terrell Davis, de los Denver Broncos.

Es sorprendente. Al menos para mí. Nunca hubiera imaginado escribir algo parecido a lo que aquí leen.

Blount fue una celebridad en su carrera universitaria. De hecho, en el año 2009 sus Oregon Ducks comenzaban una temporada que pintaba a histórica frente a Boise State, y LeGarrette se convirtió en lo único de lo que se habló de aquel encuentro; tras ser batidos, y él mismo tener un partido horrible, se peleó a puñetazos con un rival y, mientras se iba, los aficionados de Boise State le tiraron de todo desde la grada, con el jugador respondiendo. Las imágenes se hicieron virales y Chip Kelly, su entrenador, le suspendió de forma indefinida.

Aunque pidió perdón y se le acabó levantando el castigo, su temporada nunca alcanzó las expectativas generadas y llegó al draft sin pena ni gloria, donde no fue elegido, sin duda, por aquel incidente y por su personalidad.

Jeff Fisher le dio la oportunidad de entrenar con los Tennessee Titans y, de nuevo, solventó uno de sus calentones a golpes con un rival, en este caso también compañero porque hablamos del campo de entrenamiento de verano. Aunque el entrenador dijo que no se lo tomaba a mal, el caso es que le corto en septiembre, al empezar la temporada, y Blount fue reclamado por los Tampa Bay Buccaneers.

Fue un acierto. Olvidados sus problemas de disciplina, o aparcados, pasó de mil yardas en su temporada rookie. Un corredor norte-sur, potente, duro, nada artista pero todo martillo pilón. Los siguientes dos años, sobre todo el segundo por culpa de las lesiones, decayó su actividad, su importancia, y fue traspasado a los New England Patriots por una sexta ronda y un jugador menor.

Poco valor para lo que acabó siendo. Porque Josh McDaniels y Bill Belichick entendieron en seguida lo importante que sería para su esquema un corredor tan potente y tan complementario con el backfield que estaban montando. Y, así, jugó, y mucho, en dos equipos que ganaron el Super Bowl, anotó touchdowns de todos los colores y abandonó su trienio con la dinastía por excelencia de la NFL en el Siglo XXI con más de 2,000 yardas en temporada regular. Nada, nada mal.

Este año firmó por los Philadelphia Eagles y ha vuelto a ser importante, más de 700 yardas, en un ataque en el que pone el contra peso a la agilidad y velocidad de sus compañeros. Es el tipo seguro al que dar los downs obvios de carrera, los momentos en los que hacen falta esas tres yardas y nada más.

No es una estrella, no es un ejemplo, no llegó a la liga más que prometiendo ser un dolor de cabeza, no tiene excesiva habilidad más allá de su fuerza bruta y, mira, con la opción de su tercer anillo y dejar unos números de touchdowns en playoffs que ya los quisieran para sí los mejores running backs de la actualidad. La eternidad está donde menos te la esperas.