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Cristiano Ronaldo se busca a sí mismo

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Sólo podría explicar Cristiano lo que quería buscar en el espejo que le proporcionó un facultativo madridista cuando lo sacó sangrando del terreno de juego este domingo a media tarde. Así que todo lo que se diga del espejo instalado en el móvil o celular, de la mirada del futbolista y de su propia imagen es pura especulación.

De lo que se vio en directo destacaré algunas cosas. Cristiano marcó un gol extraordinario, ejecutado en circunstancias tan difíciles como la que causó su lesión tan aparatosa. Y fue uno de esos goles antiguos, de los que hay antecedentes menos bélicos pero igualmente épicos. Por ejemplo, el que marcó Evaristo al Madrid en un legendario Barça-Madrid de la Copa de Europa de los viejos tiempos.

El azulgrana, que luego fue madridista, se lanzó en plancha con más levedad que el portugués, pero con igual eficacia. Pero no tuvo en medio ningún obstáculo, sino el aire y el portero. En este caso del gol de Cristiano, el as portugués tuvo enfrente una bota potente y en perfecto estado de competición. El encontronazo fue espectacular y el dolor fue, eso resultó evidente, mucho más imperioso que la felicidad de marcar. Y eso que el líder luso necesitaba goles como en ese momento necesitó vendas.

Fue un gol histórico, un ejemplo principal de lo que significa, en el fútbol, el ansia de ganar. Y sería una pena que pasara a la historia tan solo por lo que no es estrictamente referido a la belleza del deporte: la precisión cronométrica, la atención del jugador, la elegancia del gesto de tirarse al vacío en busca de un resultado que favoreciera a su equipo.

Pues así no va a pasar, de ninguna de las maneras; no va a pasar como un gol sino como un incidente. El astro del fútbol, visto por los mayores y por los niños como un ejemplo de amor propio, egocéntrico y desdeñoso con los azares tristes del juego, tuvo la ocurrencia de buscarse a sí mismo en el espejo del médico del Madrid. Para saber cómo había quedado su cara después del imparable encontronazo. No tuvo pudor, no pensó más allá de sí mismo: quería saber cómo estaba. En eso fue muy natural: le importó una higa el qué dirán: él quería verse, inmortalizar en su cerebro (ya que parece que no intentó inmortalizarlo en ese celular ajeno) el estado en que queda uno después de un éxito que duele.

Ni ese gesto empaña el gol y no sería justo que así fuera. Me quedo con el gol. Del resto de circunstancias sólo tengo esta escueta especulación: quizá Cristiano Ronaldo sintió la necesidad de saber si después de la herida su cara seguía siendo la de Cristiano Ronaldo.