El Dakar hace justicia con Sainz
Carlos Sainz ya tiene otro Dakar en su palmarés. Ocho largos años han tenido que pasar para sumar la pareja del que conquistó en 2010 con Volkswagen. Demasiado tiempo. La carrera más dura del mundo hace así por fin justicia con el madrileño, que por talento, capacidad, esfuerzo y velocidad debía haber alcanzado este logro mucho antes. Hablaríamos hoy de su tercer o cuarto Dakar, porque oportunidades para conseguirlo ha tenido aunque le hayan resultado esquivas.
No es tiempo, sin embargo, para lamentarse sino para disfrutar de un nuevo éxito histórico del deporte español, materializado además por quien, junto a Fernando Alonso, es el mejor piloto de coches que jamás hayamos tenido en este país. Hay que felicitarle pero también agradecerle que no decidiera colgar el casco cuando abandonó el Mundial de rallys.
Nos hubiera privado con ello de satisfacciones como el triunfo en el Dakar del cuarenta aniversario, el más duro y exigente de cuantos se han disputado en Sudamérica. Y en esas condiciones extremas, Sainz ha demostrado que estaba más preparado que nunca y también muy concienciado: lo dijo antes de partir hacia Perú, su intención era correr sólo lo justo, los alardes ya le habían pasado una factura demasiado alta. Inteligente, tranquilo, concentrado y paciente.
Una fórmula mágica que sumada a la capacidad de un copiloto excepcional como Lucas Cruz y al mejor coche de la categoría, el Peugeot, le ha servido para alcanzar este hito. Ahora muchos se preguntan ya si continuará compitiendo y obviamente es sólo él quien debe decidirlo, porque tiene tantos argumentos para una cosa como para la otra.