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Éxtasis blanquiazul en el derbi

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Recibíamos a nuestro gran adversario con gran resignación. No en vano era el menos deseado de todos y enfrentarte al equipo culé casi tres veces de forma consecutiva suele tener sus consecuencias. De ello sabemos bien de lo que hablamos los pericos, vilipendiados por la sociedad en este tipo de duelos y culpables hasta de la crisis mundial. La noche copera se presagiaba una empresa imposible, pero cuando el nombre del Espanyol se halla por encima de la mesa, dicho calificativo puede tambalearse. Ni tan siquiera se amedrentó cuando vio a su equipo salir titubeante al inicio, excesivamente echado atrás e impreciso en las entregas de balón. El 0-0 de la media parte fue un bálsamo ante la ineficacia contraria de cara a puerta, que hizo que nuestras esperanzas de obtener un resultado positivo crecieran minuto a minuto de forma exponencial.

Dicen que estos partidos hay que jugarlos con cabeza pero sigo pensando que el corazón hace mucho. Ese corazón lo tuvo el equipo y la grada, en una comunión perfecta, como lo demuestra la celebración de Diego López al atajar el penalti a Messi, celebrado por la grada y por el gallego como un gol. Un partido que quedará guardado para nuestra hemeroteca y que sustituirá al gol de Álvaro Vázquez al equipo que entrenaba Guardiola. Cornellà vivió su primera noche mágica de su historia. Ha tardado en llegar, pero el éxtasis blanquiazul se tornó tan fuerte que ya nada es imposible en el horizonte, que acudirá al Camp Nou sabedor de que lo tiene todo en contra, pero con el orgullo por las nubes.