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El dopaje le robó la gloria

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Por la pantalla del Auditorio Alfredo Goyeneche, en la sede del COE, comenzaron a circular algunos ilustres deportistas españoles, varios de ellos campeones olímpicos: Saúl Craviotto, Mireia Belmonte, Maialen Chourraut, Ruth Beitia, Cristian Toro... Todos dedicaban mensajes de felicitación y solidaridad a la protagonista del día. Fue en ese momento cuando el nudo de la garganta se desató y Lydia Valentín se emocionó. No fue la única. La halterófila recibió al fin la medalla de plata de Pekín 2008, casi diez años después de su conquista. Aún le falta otra: el oro de Londres 2012. Pero ya se ha corregido una parte de la injusticia. El dopaje le robó la gloria y la foto en el podio, además de todos los premios, becas y contratos que perdió por el camino. Poco a poco se repara el daño. Nunca del todo.

“Yo me siento campeona y subcampeona olímpica”, dijo, categórica, Lydia. Así debe ser. El día anterior, el presidente del CSD, José Ramón Lete, confirmó que la berciana recibirá los premios: 94.000 euros por el oro y 48.000 por la plata. Su homólogo en el COE, Alejandro Blanco, ha peleado mucho. Las becas atrasadas, que se otorgan para una preparación deportiva, son otra historia: ya veremos. De los hipotéticos contratos, que se olvide: perdidos quedan. El COI, ahora lanzado en los reanálisis de muestras, debería articular algún mecanismo para que los tramposos o sus países también indemnizaran a las rivales perjudicadas. En cualquier caso, hay algo que ya nadie le podrá devolver. Nos lo explica Isabel Fernández, otra campeona olímpica: “El momento del podio es inolvidable... No tiene precio”.