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La gente normal y la excepcional

Vuelve a instaurarse la normalidad en Cornellà. Primero, porque lo visita Valverde, un “tipo normal”, como lo definió ayer su colega Quique. Y segundo, porque solventados los vaivenes con el futuro de su entrenador y sus flirteos con el Stoke City, respira el Espanyol en Liga con sus cuatro jornadas consecutivas sin perder y ha recobrado la ilusión en la Copa con la remontada en los octavos ante el Levante. Ahora se trata de ajustar el cronómetro para comprobar cómo, en el terremoto que supone un derbi —ya no digamos tres seguidos, como los que se avecinan—, cuánto tarda en esfumarse esa abrupta normalidad. Dependerá en buena medida del resultado de hoy, pues cualquiera que no sea un triunfo del Barcelona irá acompañado del argumento de la excesiva dureza perica, ya escrito sobre un borrador.

Aunque, tal vez, lo que le conviene de una vez por todas al Espanyol es abandonar esa normalidad, que con los años se convierte en rutina, en monotonía y en desgana, para abrazar la excepcionalidad. La que debería tener el equipo de Quique cuando se supone alcanza justo el ecuador de un proyecto a tres años. Por ejemplo, un salto en la clasificación, o una gesta —lo que más se le asemeja es el triunfo justo antes de Navidad ante el hasta entonces invicto Atlético— que sacuda el letargo. Como lo sería hoy la primera victoria ante el Barcelona en la era Cornellà. Asumió ayer Quique que pocos deportistas le han motivado en la vida como para sentarse en un sofá a verlos, entre ellos Messi. El hincha perico también quiere sentarse en el sofá. Y sentirse orgulloso. El derbi es una ocasión inmejorable.