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Los 222 de Neymar crean jurisprudencia

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El Barça acaba de pagar una cantidad estrepitosa por Coutinho, estupendo jugador, pero al que no hemos visto estos años ni de lejos en el Top 10 del Balón de Oro. Aunque no haya llegado a meterse en esa escala es un buen futbolista, y si lo miramos sin malicia su precio es digerible. Por ahí anda el fútbol, buscando quienes justifiquen el desmadre. Vivimos la jurisprudencia que fijó el PSG con su extraordinario pago de 222 millones por Neymar. A partir de aquello, se elevó tanto la falda del viejo fútbol que ya no hay pudor que frene las ambiciones de los poderosos. Los 222 millones de Neymar han desatado la furia de los mercaderes. 

Es lo que hay. Sin mayores pretensiones viene a cuento recordar lo que uno vivió en 1990, cuando entre las Autonómicas y Canal + aseguramos por ocho años 54.000 millones de pesetas (aquella cosa) como valor de mercado de los derechos de televisión del fútbol español, en cualquier formato, abierto o de pago. Hoy, nuestro fútbol vale cuarenta veces más por los mismos conceptos. Aún recuerdo cuando Cruyff vino al Barça por un millón de dólares, cien millones de pesetas. Fue algo sensacional. Hoy esa cantidad, en dinero constante, es la que paga cualquier equipo menor por un jugador de medio pelo, ni siquiera atacante.

Así que no hay que extrañarse de que el fútbol se desmadre. El fichaje de Cristiano estableció un récord histórico cuya mejora posterior con Bale trató de disimular en su día Florentino. ¿Dónde quedó aquella cautela? A aquello han ido siguiendo Pogba, Neymar, Dembélé, Coutinho... El precio del gran futbolista crece cada mes, y a su rueda crecen igualmente los precios de jornaleros de la gloria, como Van Dijk, por el que se han pagado hasta 78,8 millones. El precio del futbolista se dispara, eso es lo que hay. El fútbol es, entre otras muchas cosas, industria del espectáculo, y este vector hace que los precios se salgan de madre.