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Zidane y la 'filosofía Kung Fu'

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Zidane dice que no le echa pulsos al club. Pero esa manera tan suya de decir que no necesita un portero “ahora” no fue una frase inocente. Tampoco que dijera que no tenía “ni idea” de si Kepa había pasado el reconocimiento médico con el Madrid. “No me consta”, que no viene a ser un enfrentamiento frontal pero sí un a mí que me registren, pero con un puntito malévolo. Miren hacia arriba.

A Zidane no le han traído nada de que lo haya pedido con cierta vehemencia (Pogba, Mbappé…) y sí pretenden traer algo que puede resquebrajar la armonía en un pilar que considera firme, la portería. Quizá por eso, con una Liga perdida abruptamente y refuerzos no solicitados que de poco le sirven para esta Champions, Zidane se acuerda de la volatilidad de ser entrenador del Real Madrid. Lo confesaba esta semana en France Football: “Si me quedan diez días, los voy a vivir a tope”. Lo cantaba Bobby McFerrin y suena a mantra: ‘Don’t worry, be happy’. Hace poco habitaba en Chamartín otro con la misma filosofía, Carlo Ancelotti. De la ceja italiana a la sonrisa francesa, pero Zidane se acuerda de cómo despacharon a Carletto bien poco después de la Décima.

A Ancelotti se le torcieron los renglones en enero y supo que estaba sentenciado en cuanto Bale levantó el teléfono. Eso fue sólo el cincuenta por ciento del despido. La otra mitad fueron las estadísticas que decían que el Madrid era el equipo de la Champions que entrenaba menos días. Ése es el potencial flanco débil de Zizou. Que Florentino perciba mano blanda. Si hay sospecha de una plantilla abandonada al hedonismo y con la tripa llena de éxitos, ni ocho títulos en dos años le harán de chaleco antibalas ante el palco y la grada.

Tampoco parece estresar eso a Zidane. Guste o no, se envuelve en la tranquilidad que le concede haber ganado (con sólo 45 años) todos los grandes títulos, de clubes o selecciones, ganables. Algunos, como la Champions, por triplicado. Sólo le queda un escalón más, el ansiado, ser seleccionador de Francia. De ahí que ni se vea diez años en el Madrid ni probablemente sea ése su deseo. “Estoy de paso”, aseguraba ayer, como si fuese un polvoriento David Carradine en ‘Kung Fu’. Pero Zidane tiene poco de pequeño saltamontes. Ni la mansedumbre de Ancelotti. Cuidado, puede rugir.