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5 Clásicos, 6 Balones de Oro y 20 campeones

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Una cosa es la vida, que se nos presenta de forma cíclica en años naturales de enero a diciembre, y otra es el deporte, que nos agita con aires renovados por temporadas, normalmente de agosto a julio si por suerte hay campeonatos de selecciones. Siempre lo recuerdo cuando se nos atascan las uvas y hacemos balance de lo que se va y aireamos los propósitos para lo que viene. Mi resumen futbolístico de 2017 no se diferencia del de la mayoría. No hay otro posible: aunque Messi protagonizó tres fotos históricas, el Madrid fue el que de verdad brilló con luz propia. Pero por lo explicado anteriormente, mis deseos para 2018 no van más allá del primer semestre, que se coronará con el Mundial: hasta entonces, y con las esperanzas depositadas en el sabio Lopetegui, pido con la ilusión de un niño que no sólo veamos el Clásico de Liga del próximo 6 de mayo. Independientemente de los colores, coincidiremos en que hay pocos espectáculos similares en la tierra.

Recuerden que podemos disfrutar, con permiso de PSG, Chelsea y el favorito City en Europa y del Atlético o las revelaciones de la Copa, de varios Madrid-Barça más para sumar a una gran colección. Con una mirada optimista da escalofríos pensar que tras los tres partidazos ya disfrutados recientemente podríamos tener hasta otros cuatro duelos entre gigantes antes del verano. Más que una tormenta sería un vendaval. Hay quien prefiere evitarlos por hartazgo o por el corazón. Yo los celebro como una vida extra. Los amantes del fútbol nos merecemos llevarnos de una vez para los restos una final entre ellos en la Champions. Con el potencial que está adquiriendo la Premier y con el talonario del que presumen los jeques ya no lo vemos tan cercano. Un Madrid-Barça sería un broche perfecto para este siglo en el que España ha sido el gran dominador continental y, además, serviría como un desempate a la altura entre Cristiano y Messi que podría tener continuidad en Rusia. Estas dos locomotoras se jugarán otro Balón de Oro ahora que tienen cinco galardones por barba.

La lucha entre ellos ha impulsado a nuestro campeonato, les ha hecho mejorar individualmente hasta rozar la perfección y ha llevado el Clásico a unas dimensiones descomunales. Sus méritos son infinitos. Por eso, veo más útil disfrutarlos que intentar distanciarlos o infravalorarlos sin quitarnos la bufanda. Somos unos privilegiados. Cuidemos de ellos. La categoría de ambos es tanta que han obligado a los rivales a inventar, a estrujarse, a vigilar el mundo para adelantarse con sigilo en la pesca de las futuras estrellas que cambien el paso y a encontrar vías de financiación ante las diferencias de talento y presupuesto. La misión es discutirles el dominio. Y lo van consiguiendo. Por eso, hay que aplaudir la trayectoria del Atlético (varias finales en los últimos años, una Liga, una Copa…), la constante rebelión del Sevilla a base de títulos, la resurrección del Valencia y el inconformismo de Villarreal, Athletic, Real y otros modestos. No sólo han logrado que se acabe la bipolaridad (el Madrid es cuarto) y que se garantice la emoción (ya hay más sorpresas). Además, han empujado a los dos grandes a reverdecer sus arcas al depender del resto de LaLiga con frecuencia para mantener la calidad. Antes pagaron por Arda, Rakitic, Denis, Theo, Isco o Ceballos y ahora podrían hacerlo por Griezmann, Kepa, Odriozola... Con el nivel de nuestros 20 equipos, el feliz año nuevo está más que garantizado.