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NFL

La sorpresa y la decepción de la semana 17

Termina una larga sequía de postemporada que no hubiera sido posible sin un mayúsculo traspié.

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Termina una larga sequía de postemporada que no hubiera sido posible sin un mayúsculo traspié.

Desde la última vez que los Bills ingresaron a playoffs se han estrenado tres filmes de la secuela de Star Wars… y tres más de la precuela. Si eso no resume perfectamente lo larga que fue la ausencia de postemporada de Buffalo, nada lo hará.

Hay equipos que están acostumbrados a ganar, a satisfacer a sus aficionados de una u otra manera, es parte de su constitución genética. Y hay conjuntos como los Bills, que se construyeron a base de sufrimiento, de dolor y drama. De angustias. De desconsoladora derrota sobre desconsoladora derrota.

No el domingo. Por primera vez en el Siglo XXI, Buffalo es una ciudad de playoffs. Eso es suficiente para otorgarle la designación de la sorpresa de la semana. Es más, es un equipo de playoffs cuando no debió serlo, lo que hace que el logro sea aún más destacado.

Los Bills jamás debieron estar en playoffs, y aquí están. Y digo que no debieron porque no son un equipo que haga algo particularmente bien. Su mérito reside en que tampoco tienen algo que los distinga como un equipo malo.

El coach Sean McDermott y la gerencia sobrevivieron a dos movimientos que, considerando el historial de los Bills, bien pudo haberle costado la temporada al equipo. El canje del defensive tackle Marcel Dareus a Jacksonville, y algo mucho más peligroso, sentar a tu quarterback titular, Tyrod Taylor, sobrevivir a la generosidad del novato Nathan Peterman y devolverle el trabajo a Taylor con la confianza intacta.

Esos dos movimientos fueron tanto o más importantes como sus tres victorias en los últimos cuatro partidos, que los colocan en playoffs por primera vez desde 1999, cuando cayeron en el “Milagro de la Ciudad de la Música”. Ahora, Buffalo visitará a Jacksonville en busca de su primer triunfo de postemporada desde el 30 de diciembre de 1995, en la ronda de comodines ante Miami.

Pero nada de esto hubiera sido posible sin la decepción de la semana: Los Baltimore Ravens.

Al inicio de la última semana de campaña regular, había tres equipos en control de su viaje a postemporada, Titans, Falcons y Ravens. Dos de ellos hicieron lo que les correspondía y sellaron su boleto, Ravens no. Y, posiblemente, tenía el camino más sencillo de los tres.

Primero, llegaba con el ímpetu de cinco triunfos en sus últimos seis partidos, lo que no solo los había puesto en el asiento del piloto, sino que les había colgado una etiqueta de caballo negro. Del equipo al que nadie quería encontrarse en enero. Además, jugaba en casa a (5-2) ante un rival divisional ya eliminado, que había blanqueado 20-0 en el primer juego de la campaña, cuyo head coach ya había anunciado que dejaría al equipo al final de la campaña; un head coach que antes de dirigir 15 años a los Bengals fue coordinador defensivo de los Ravens durante seis temporadas.

Pero la debacle no acaba ahí. Los Ravens están ausentes de playoffs por tercer año consecutivo por méritos propios. Porque ya habían hecho lo más difícil, quitarse una desventaja de 14 puntos en la segunda mitad para ponerse al frente con menos de nueve minutos por jugar.

Lo único que tenían que hacer era frenar una cuarta oportunidad y 12 yardas por avanzar, 4ta y 12, en casa, ante un equipo eliminado, con la sexta mejor defensiva de la NFL, ante un equipo que tiene como estandarte sucumbir en los momentos de presión.