Zidane, Isco, Kovacic, espada, escudo...
Según cómo se mire, la decisión de Zidane de tirar de Kovacic en lugar de Isco fue valiente o cobarde. Fue valiente en cuanto a que era arriesgada y contraria al gusto de la afición; cobarde, en cuanto a que cambiaba espada por escudo. Para su desgracia, le salió mal, y no sólo porque perdiera el partido (con resultado contundente) sino porque el escudo se le cayó sobre un pie en el momento crítico de la batalla. La manera en que Kovacic se apartó del camino de Rakitic fue llamativa. Son las cosas del marcaje al hombre llevado a lo fanático, que cuando alguien salta su vigilancia queda suelto, como una vaquilla en un encierro, creando el pánico.
A Zidane le va a perseguir esta decisión, como le están empezando a perseguir los privilegios a Benzema, que éste se empeña en no justificar. Aún tiene crédito, porque con sus maneras ha conseguido ocho títulos de diez, y eso llegando con una temporada en marcha y en una situación de aburrimiento y pesimismo. La afición aún sabrá perdonarle. Lo que debe evitar es el problema de que algunos de sus jugadores le vean injusto. Isco salta por dos o tres partidos más flojos, pero con Benzema está “hasta la muerte”. Kovacic juega el Clásico porque estuvo muy bien en la Supercopa pero, ¿acaso no estuvo mejor que nadie Asensio?
Por el otro lado, Valverde sale del Bernabéu doctorado. Es impresionante cómo ha dado vuelta a las cosas. En agosto el Barça parecía un hormiguero incendiado con la salida de Neymar, las rajadas de los jugadores, la paliza en la Supercopa, la no renovación de Iniesta, la no firma de Messi, la lesión del recién llegado Dembelé, el fichaje de Paulinho, llegado de China... A todo eso le aplicó la receta de la calma, las buenas palabras y el tacto para ir haciendo un equipo que no enamora, pero conquista. Cierra el año con una victoria sensacional en una jornada en la que gana doce puntos, con las caídas de sus perseguidores. Lo merece.