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LO MEJOR DEL AÑO

2017: la caída (y retiro) de Bolt, el duopolio Nadal-Federer, Ledecky, el Super Bowl LI...

El 2017 no fue sólo fútbol, por supuesto. El adiós de Bolt y Mo Farah, el dominio de Nadal y Federer, la aparición de Caeleb Dressel en la natación.

Ciudad de MéxicoActualizado a
2017: la caída (y retiro) de Bolt, el duopolio Nadal-Federer, Ledecky, el Super Bowl LI...

No sólo de fútbol vive el hombre. 2017 fue el año del epitafio de Bolt y Mo Farah, en el que Federer y Nadal demostraron que el tiempo no ha pasado por el tenis, pero sí por las piscinas de Budapest, donde fue mancillado, pulverizado, ridiculizado. ¿Ridículos, dices? ¿Qué tal el atentado a la lógica que supuso el final del Super Bowl LI, o la demencial orgía de batazos en la Serie Mundial entre Astros y Dodgers. No es tiempo de tópicos. Ni año de "contrastes", como clamarán las notas recopilatorias generalistas. Fue un año irrepetible. De ascensos y caídas. De grandiosidades e historias únicas. Como todos los años, pues.

Los Mundiales de Atletismo en Londres (4-13 de agosto) presenciaron cómo las luces de Mo Farah y Usain Bolt se apagaron. No hay nada más poético que una leyenda imperfecta. Ícaro. Llamas tras el vuelo. El adiós sin gloria, tras el empacho de gloria. Bolt y Farah, cayeron por primera vez en la década; ni el más osado de los apostadores habrá lanzado tal órdago. El exiliado somalí cedió los 5,000 metros al etíope Muktar Edris, no obstante ganó su prueba firma: los 10,000. Más dramático fue el prolapso del Apolo-jamaiquino. Tercer lugar en los 100 metros planos, capturados por Justin Gatlin, el prototipo del villano: dopaje, sanción, rebeldía, prepotencia y redención. Más poesía. Pero la literatura aún tenía un giro de trama. Uno demasiado cruel. El bíceps femoral de Bolt se desgarró en la penúltima zancada, el último arranque. El relevo 4x100 terminó en posesión del Reino Unido, país que reclama su sitio en la élite del atletismo mundial. Ícaro volvió a caer, como también cayó Isaac Makwala, ultrajado por la IAAF, que le alejó de su heat eliminatorio por una cuarentena de rutina para curarle de un norovirus. La IAAF resarció el daño y le permitió clasificar en solitario, una postal de surrealismo británico. La inactividad le pudo en la final de los 200 metros, ganada por el turco Ramil Guliyev, para sorpresa de Wayde Van Niekerk y estupor de los 'vampiros' anti-doping y cronistas varios. "Los Mundiales más perturbadores de la historia", tituló El País.

Historia es el segundo nombre de Rafael Nadal y Roger Federer. Trece años después de la irrupción del suizo a la cima del ranking de la ATP, el status-quo del tenis se mantiene esencialmente igual: la dialéctica entre Apolo y Dionisio, arrebato y razón, no permite ninguna batalla alternativa en el circuito. 'Rafa' y 'El Maestro' reportaron los cuatro Grand Slams del año: el mallorquín, Roland Garros (el décimo en sus vitrinas) y US Open, y el de Basilea, Australian Open y Wimbledon. Además, Nadal guardó otros cuatro trofeos, incluidos Montecarlo y Madrid; y Federer no sólo recuperó Indian Wells, Miami y Shanghai, sino que rompió la marca de Iván Lendl y, con 95 campeonatos, ya es el segundo máximo ganador de todas las épocas. El tiempo no ha pasado por el tenis.

¿Tiempo? La piscina de Budapest demostró que es indestructible. Surgió Caeleb Dressel, el heredero de las glorias Michael Phelps, ahora vetustas ante las amenazas ciclónicas del tiburón de Jacksonville. Pulverizó los récords mundiales de los 50 y 100 metros libres, llegó primero en los 100 mariposa y colaboró para los oros de tres relevos. Siete medallas áureas en su cuello, mientras sus aletas perforan las aguas. Al tiempo, la reina Katie Ledecky volvió a reclamar su sitio en el trono. Y lo tomó. Cinco oros, tres individuales y dos en relevos. Nadie le vence en el nado de resistencia. Ledecky no nada, danza en el agua. Elegancia, cadencia, gracia. ¿La mejor nadadora de los tiempos? 2017 sembró la hipótesis. No, no nos olvidamos de Katinka Hosszu, la mujer con el corazón más grande de las piscinas; Sarah Sjöström, la mujer más rápida del mundo en las piscinas (récord mundial en 50 y 100 metros); Adam Peaty, el futuro; Lily King, la máquina; y Mireia Belmonte, la catalana que desafía la lógica.

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Atentados contra el sentido común, como el Super Bowl LI. La atrapada imposible de Julio Jones, corregida y aumentada por Julian Edelman, quien rescató al ovoide de su coqueteo terso con el césped; un desafío a los postulados de Newton. La remontada de todos los tiempos (3-28) el primer Súper Tazón con prórroga. Las conversiones de dos, el nulo margen de maniobra de Tom Brady después de una patética primera mitad; todo, coronado por el touchdown de James White, no menos arrebatador (y polémico, ¿en realidad rompió el plano?). ¿El mejor Super Bowl de todos los tiempos? La sentencia no ha hecho más que reciclarse año con año, como las disculpas a Tom Brady por la estulticia de un compatriota (que no periodista), quien en su delirio cleptómano creyó que era buena idea arrebatar del vestuario la playera con la que labró el regreso más grande del 'Súper Domingo'. Perdón, otra vez, Tom. 

Y no, tampoco olvidamos los ocho cuadrangulares del segundo partido de la Serie Mundial entre Astros y Dodgers, una marca histórica que hizo ver los bates de corcho de Sammy Sosa como un juguete de niños. 25 pelotas voladoras; más que en ninguna Serie Mundial en más de 130 años de historia. Y sin corcho ni esteroides (aún). Tampoco dejamos pasar el majestuoso desfile primerizo por las calles de Houston, ni la consagración de Kevin Durant en Cleveland, la asunción de Luka Doncic como la nueva joya del baloncesto mundial (y Eslovenia, la potencia emergente); el órdago COI-Rusia-Putin por el dopaje de Estado patrocinado por el gobierno, la Guerra Fría II; el circense Mayweather-McGregor, el vomitivo Canelo-Chávez Jr. y la antológica Canelo-Golovkin, un combate que reverenció la esencia del boxeo y revalorizó a un deporte en estado de coma después de la emética noche del 26 de agosto en Las Vegas. Historias únicas, que si no. Como todos los años, pues.