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Froome, otro caso más y ya van...

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De nuevo un inhalador con salbutamol, como producto estrella y protagonista en el mundo del ciclismo, regado con miles de artículos y opiniones al respecto. Criterios mil hay, según el interés de la pluma que escribe, o la voz que nos transmite los hechos. Pero por encima de todo, hay una realidad innegable: una inhalación con un broncodilatador llamado salbutamol, en el argot popular conocido como Ventolin, cuando uno va asfixiado subiendo un puerto de primera, da alas al afortunado que tiene licencia y le aleja de los puestos de cola e incluso le lleva al podio en la etapa. Bienaventurado el asmático afortunado. El resto sufrirá la dureza de las pendientes y la deuda de oxígeno le llevará a la fatiga y le relegará a los puestos del pelotón. La gloria y el éxito no les son ajenos a nuestro conocido salbutamol.

Yo, que de musculatura no ando sobrado, y mi consumo máximo de oxígeno está en el promedio de la población, ando sobrado, sin embargo, de afición y entusiasmo por el ciclismo. Y quiero ser ciclista, porque amo este deporte. Pero como mis limitaciones fisiológicas y tambien físicas (no puedo doblar bien la rodilla) no me permiten competir al nivel por mí deseado, he pensado que podría pedir una autorización a la Unión Ciclista Internacional, para que debido a mi constitución y deficiencia, me sea autorizada la utilización de una bicicleta eléctrica. Que prometo utilizarla, pero sólo cuando la necesite. He dicho una y mil veces que la lucha contra el dopaje es pura política. En este caso, está claro como el agua. Pero ya veremos por donde bajan las aguas en este asunto.