Chen asiste a la crisis de su proyecto con Quique
Depresión deportiva y social, freno en la inversión e inmovilismo. Así vive el Espanyol, decimosexto, aun cuando no existe ultimátum alguno al entrenador.
Como si de una tormenta perfecta se tratara, el proyecto a priori ambicioso del Espanyol de Chen Yansheng (“espero estar en Champions en tres años”, afirmó, en enero de 2016) mostró sus vergüenzas justo el día en que el presidente asistía al palco de Cornellà. La derrota ante el Girona, la decimosexta plaza y las primeras proclamas de “Quique, vete ya” confirman la primera gran crisis de una era supuestamente encaminada a “devolver al Espanyol la grandeza que por historia le corresponde”.
Reconoció Quique Sánchez Flores que le sorprendió lo repentino de las quejas, aunque las asume, y desveló que en verano se había planteado la posibilidad de no seguir al frente del Espanyol. Ratificó así lo apuntado en diversas ocasiones en estas páginas, sobre su descontento por una falta de gasto en fichajes que no se correspondía con lo que le habían propuesto, entre aspiraciones vanas de acceder a Éver Banega, Borja Valero o Mariano Díaz. Se antoja más interesante que nunca la Junta de Accionistas del próximo lunes y la conferencia de prensa de Chen al día siguiente para que desde el club se explique cuánto tuvo que ver en ese frenazo un mal cálculo del límite salarial, hasta dónde llegó el tijeretazo que el gobierno chino impuso a empresarios con inversiones en el extranjero o si, simplemente, el propietario decidió que había llegado la hora de autogestión en las finanzas deportivas.
Aun siendo todo lo anterior cierto, la actual crisis es inexplicable desde el punto de vista meramente económico. Cuenta el Espanyol con el noveno presupuesto de la categoría, ha enjugado su deuda con la Agencia Tributaria (aunque ahora se le adeuda a Chen) y, desde que Rastar Group aterrizó en Cornellà, ha invertido 13,1 millones de euros netos solo en fichajes (25’3 en adquisiciones y 12’2 en ventas). Para hacerse una idea, en los dos años anteriores el balance había sido de -22 millones (5’20 invertidos y 27’20 ingresados). Y, sin embargo, en ambos casos sumaba el Espanyol a estas alturas 17 puntos, uno más que en la actualidad, con una plantilla de la que solo quedan seis jugadores.
Este último dato anula también el argumento de la ansiedad, el bloqueo, como respuesta al juego progresivamente pobre. Gran parte de la plantilla acumula experiencia en este tipo de situaciones. Y, sin embargo, el conjunto perico sería penúltimo en la clasificación de las últimas cinco jornadas, con tres puntos, una deriva harto peligrosa. Lejos de avanzar en un estilo asociativo más vistoso y eficaz (como sí se dejó entrever ante Celta y Deportivo, partidos que precisamente se resolvieron con solvencia), Quique ha vuelto a los orígenes. Chen, que el lunes había expresado su “total confianza en el equipo”, tranquilizó al técnico el lunes tras la dura derrota ante el Girona. Al preparador le resta otro año de contrato, por lo que el despido de su equipo de trabajo supondría un coste superior a los seis millones.
A un conjunto sin alma, que transmite sobre el césped en la medida que lo hace su entrenador, le sucede el desencanto de la grada, acentuado por tantos partidos en lunes, que dejan Cornellà semivacío. En fin, el inmovilismo en las alineaciones (y la compleja gestión de un vestuario donde una decena de futbolistas nunca juegan) no es más que un fiel reflejo del que se da en la entidad: cambiarlo todo para no cambiar nada.
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