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Sashi Brown ha robado el tiempo a los Cleveland Browns

¿Cuánto vale un año de tu vida? Piénsalo. En serio. Imagina que una noche te despiertas y tienes un gnomo en la cabecera de la cama que te ofrece un deseo a cambio de 12 meses de vida. Ni un día más, ni uno menos. Y te anima a aceptar el trato porque, en el fondo, tampoco sabes cuándo te vas a morir; así que al fin y al cabo no pierdes nada.

Lo malo llega cuando el gnomo saca el contrato y lees la letra pequeña. Lo primero es que no puedes pedir deseos desproporcionados que te saquen de tu vida habitual. Puedes pedir una rebaja en esa hipoteca que te tiene prisionero desde hace años, pero no una cuenta corriente sin fondo. Puedes pedir que tu vida de pareja vuelva a ser maravillosa si ese es tu problema, pero no puedes reclamar que una modelo internacional se rinda a tus pies.

Y lo peor de todo es que el gnomo no te asegura que tu deseo se haga realidad. Simplemente te dice que hará todo lo que pueda para conseguirlo. El éxito o el fracaso no se tienen en cuenta a la hora de perder tus doce meses. En el momento en que firmes el contador se adelantará 365 días pase lo que pase.

Como de todo hay en la viña del Señor, es posible que un porcentaje de la población mundial firmara ese pacto con letras de sangre, pero estoy seguro de que la mayoría necesitaría un premio mayor, y un altísimo grado de certeza, no ya para firmar algo así, simplemente para planteárselo.

Miles de años perdidos por la NFL

Creo que en la NFL moderna hay cada vez más equipos que han firmado alegremente el pergamino del gnomo… para terminar estampados.

La diferencia es que si una persona concreta firmara la pérdida de un año, solo hay un perjudicado directo, él mismo. Sin embargo, cuando un equipo de la NFL decide dar un año por perdido y pensar en el futuro, no solo es un año perdido para él, también lo es para todos sus seguidores, sus jugadores y todos y cada uno de los que viven alrededor de la franquicia. La suma no es de 265 días, sino de miles y miles de años.

Siempre me ha sorprendido la paciencia que tiene un aficionado con su equipo. En el caso de los Cleveland Browns, las redes sociales están plagadas de vídeos de seguidores que, como un Romeo sin esperanza, declaran su amor eterno a un balcón cerrado, en el que no está claro que haya ninguna Julieta. Es curioso cómo miles de matrimonios se rompen después de solo dos o tres años de desencuentros, falta de comprensión e infidelidad por una de las partes, mientras la mayoría de los fanáticos de Cleveland siguen al pie del cañón después de 15 años de sequía en los que han olvidado qué es eso del ‘sábado sabadete’. Demasiados años sin comerse un colín y dedicados al onanismo delante de esos viejos vídeos de youtube en los que se ve que hubo un tiempo que su equipo hasta ganaba partidos.

La indecencia de los Cleveland Browns

Por eso me parece una indecencia lo que han hecho los Browns durante toda la etapa de Sashi Brown al frente de sus oficinas. Intentando descubrir mundos nuevos, caminos imposibles para crear un bloque competitivo. Un tipo más listo que nadie que se pasó por el arco del triunfo más de 100 años de tradición y de análisis concienzudos sobre cómo se construye un equipo de football. Él iba a llegar y a reescribir la historia, cuando lo único que ha conseguido es meter en la NFL el virus de la falta de competitividad justificada en los éxitos futuros. El gnomo Sashi vendiendo una moto que ha hecho mucho daño no solo a una franquicia, también a un deporte en el que, hasta su llegada, la imprevisibilidad era una seña de identidad cada domingo y en cada partido.

Y pese a todo, me alegro de que Hue Jackson y Paul de Podesta sigan en el equipo, porque pienso que deben pagar su penitencia, sobre todo Jackson, volviendo a trabajar cada día pensando en ganar el próximo domingo y no la próxima temporada… o la siguiente.

La mentira de las reconstrucciones

Nunca he creído en las reconstrucciones. Me parece una palabra exitosa que esconde una realidad muy distinta. Las grandes franquicias viven en una reconstrucción permanente. Esa es la gracia de la NFL, una liga llena de trampas que impiden que un equipo se mantenga en la cima salvo si hila muy fino año tras año. Que se lo pregunten a los Patriots, que llevan casi dos décadas en la cima y, pese a todo, han tenido que dejar marchar al probable heredero de Brady porque lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible. La ‘reconstrucción’ es una labor que se forja año tras año en la agencia libre, en el draft, en la pretemporada, en los ojeadores, en los contratos a no drafteados, en la escuadra de prácticas, en los veteranos recuperados porque no los quería nadie... Todos esos ingredientes, y muchos más, son necesarios para guisar un equipo competitivo. No valen atajos. No existe el pan élfico. Lembas que se cocinan en diez minutos y en dos mordiscos quitan el hambre para siempre. Los ingredientes tienen que macerarse con calma, sin prisas, y el fuego tiene que ser vigilado en cada instante para que la mezcla llegue a su punto de ebullición.

Porque también creo que el éxito en la NFL no se limita a ganar el anillo. Ni siquiera pienso que eso sea lo más importante. Por pura estadística, un aficionado que viva, digamos, una media de 70 años, difícilmente verá ganar a su equipo tres anillos a lo largo de su vida. Y sin embargo, son muchos los aficionados que van cada domingo al estadio, o se sientan delante de la televisión, orgullosos de ver a su equipo jugar y darlo todo, gane o pierda. Y darlo todo no solo depende de los jugadores que saltan al campo. Depende de todos y cada uno de los miembros de la franquicia, de su profesionalidad, su ambición y, sobre todo, de su compromiso para hacer todo lo posible para que su equipo gane el próximo domingo.

Ese ha sido el éxito de la NFL a lo largo de su historia: todos los equipos hacían cada día todo lo que estaba en su mano para ganar el próximo partido, fuera cuando fuera. Los Browns de Sashi Brown jamás tuvieron ese precepto en la cabeza. Y por eso ese tipo ha sido uno de los más nefastos que han pasado por la NFL a lo largo de la historia. Con él, el deporte ha dejado de ser deporte, y por el camino ha infectado a otros equipos con su mismo mal, e incluso ha convencido a muchos aficionados de que podían perder un año de su vida de amantes entregados, o dos, o incluso quince, a cambio de nada.

Y es que un año de afición incondicional a unos colores debería ser protegida bajo siete llaves, porque vale su peso en oro. Y Sashi Brown le ha robado a los Browns su bien más valioso: el tiempo.