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Miguel es y siempre será mi ídolo

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Miguel Indurain es mi ídolo, y siempre lo será. Cuando hablo con él, todavía lo hago con admiración y respeto. Como ciclista no voy a descubrirle ahora, pero sí que me gustaría escribir sobre su lado más humano. Me impactó como deportista y como persona. Aunque quizá transmitiera una imagen de hombre parco en palabras, Miguel ha sido y es un tío cercano, bromista y agradable, muy dispuesto a ayudar. Coincidimos en el Banesto en 1995 y 1996. Mis primeros años como profesional, los últimos para él. Recuerdo una concentración en Colorado, antes de que fuera plata en el Mundial de fondo y oro en el de crono, en Colombia. Allí me aconsejó, me arropó y vi su meticulosidad, su pasión por la bici y por su familia, ya que le acompañaba su mujer, Marisa, embarazada de su primer hijo.

Miguel siempre quería echarte una mano, cuando los que debíamos ejercer las funciones de gregario éramos los demás. En una de mis primeras carreras, en la Vuelta a Asturias de 1995, yo pretendía conquistar la montaña. Me hacía mucha ilusión. Los directores me dijeron que no, que guardara fuerzas. Y vino él y me lanzó al siguiente puerto. “Y si tienes algún problema, que me lo comenten a mí”. Miguel te defendía y tenía unos detallazos que te desarmaban. En 1997, ya retirado, el Barcelona le puso la insignia de oro y brillantes. Yo soy del Barça, él lo sabía, por las turras que le daba y porque me escuchaba. Y allí que me llevó, al Camp Nou, a un homenaje que le correspondía a él. Miguel se lo merece todo, por ser de los mejores deportistas de la historia de España, y aún mejor persona.