Chip Kelly, el sueño de la NFL y la amenaza sobre la NCAA
El que fuera entrenador de Philadelphia Eagles y San Francisco 49ers aplaza su tercer (¿y último?) asalto a la liga profesional de football.
Chip Kelly será noticia en breve. Noticia gorda, en el mundo del fútbol americano. Tras reunirse en diversas ocasiones con los responsables deportivos y económicos de la universidad de Florida, les confirmó que tenía gran interés en trabajar para ellos. Ante esta situación, la universidad de UCLA aceleró el despido de Jim Mora, que se llevó más de diez millones de dólares de finiquito y a sólo un partido de concluir la temporada regular, para poner a Kelly un cheque en blanco delante de la cara y obligarle a repensar su decisión de ir a Florida. En esencia, dos de los programas más grandes e importantes de la NCAA le han dicho sí, sí, sí y mil veces sí a todo para caer en sus brazos, y Kelly elegirá en breve a cual de ellos entregará sus talentos.
Me parece un asunto muy relevante para la NFL y para una de las figuras más importantes del football en la última década. Porque el sueño de Chip Kelly es triunfar en la liga profesional, sin asomo de dudas, y porque esta vuelta a la universidad habla mucho más de una parada y fonda, una recarga de su ambición, que del levantamiento de una bandera blanca. Y la NCAA, sus rivales, deberían temerle. Esto es una amenaza en toda regla.
Kelly es un genio. Siento que los que sólo le habéis visto entrenar en la NFL estéis muertos de risa tras leer esa última frase. Eso los más amables, que los demás habréis blasfemado y habréis cerrado el artículo. Bueno, bien. Y sin embargo, lo es. Sus seis años en la universidad de Oregon, dos como coordinador ofensivo y cuatro como entrenador jefe, fueron tal despliegue de ideas y ejecuciones en ataque que volvieron locos a rivales, seguidores, espectadores y general managers de la NFL.
Tras hacer que Oregon se convirtiera tan sólo en el cuarto equipo en la historia en jugar cuatro años seguidos las grandes Bowls, con derrota en la final del título nacional de 2010 ante la Auburn de Cam Newton, el entrenador quiso dar el salto a la liga profesional.
Y eligió los Philadelphia Eagles. Junto a los Cleveland Browns y los Buffalo Bills fueron los que mas se interesaron por él, así que entre las tres franquicias eligió, que duda cabe la que estaba más preparada para ganar ya.
Ese fue un primer error, el primer paso a un sonoro fracaso. Porque se encontró que aplicar su ágil, imaginativo y fresco sistema necesitaba de jugadores que lo siguieran a rajatabla, y las grandes estrellas de los Eagles, que las tenían, no comulgaban en exceso con la propuesta. Sobre todo porque sabían que las defensas en la NFL son de una pasta muy diferente a las de la de la NCAA.
El equipo no jugó mal de inicio, y los resultados fueron muy esperanzadores. Un equipo que había ganado 4 encuentros en 2012 se encontró con 10 triunfos en el primer año de Kelly, 2013, y se metieron en playoffs ganando su división. En postemporada cayeron ante los New Orleans Saints en el primer partido.
Era un inicio. A fin de cuentas la apuesta era para muchos años. El problema es que Chip Kelly creyó que el sistema era igual que el universitario. Tanto el táctico como el del trato personal. Y ahí cometió el segundo gran error: no entender que la jerarquía en un vestuario profesional existe. DeSean Jackson y LeSean McCoy, entre otros, salieron tarifando de allí, hablando pestes del entrenador. Se le acusó incluso, de manera muy injusta, de ser racista.
Tras la segunda temporada, donde también ganaron diez partidos pero no entraron en playoffs, llevó su apuesta personal aún más arriba y exigió al dueño de los Eagles, Jeff Lawrie, que apartase al general manager, Howie Roseman, y le diese a él todos los poderes. Eso, o se iba. Tercer, y definitivo, error.
Lawrie accedió, y lo que siguió fue una catástrofe de gestión personal y ejecutiva que se reflejó en un desastre en la cancha. Sólo seis victorias, un vestuario perdido, unas oficinas donde no le quedaba ni un amigo, unos esquemas ofensivos que no se ejecutaban bien. Pim, pam, pum. Se acabó. A la calle.
Cayó de pie, porque le ficharon los San Francisco 49ers. El problema es que allí estaban en un periodo de transición y su presencia fue testimonial. Tras la experiencia de Philadelphia, quiso ser sólo el entrenador sin entrar en las decisiones del general manager, y ambos se fueron a la calle tras un año marcado por una racha de 13 derrotas seguidas y, ah, sí, por Colin Kaepernick, su protesta ante el himno y la controversia general. Allí no sobrevivió nadie.
Con este curriculum, cualquier otro no tendría jamás otra oportunidad en la NFL. Pero Chip Kelly no es cualquiera. Los genios revolucionarios suelen tener más opciones de redimirse que el resto de los mortales. Por eso es tan importante su decisión entre Florida y UCLA, porque si consigue que su próximo trabajo sea exitoso en la NCAA se le volverá a llamar desde el profesionalismo, y él ha demostrado que no dice que no a ese tipo de llamamientos.
En cualquier caso, para los amantes del football se abre un nuevo foco de interés absoluto, para bien o para mal. No sabemos si será en Los Angeles, en su muy conocida Pac-12 y a los mandos de UCLA, o en la todopoderosa SEC, en la gigantesca institución de Gainesville, Florida, pero lo que es seguro es que su presencia no será indiferente para nadie. Ni para la NFL.