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RAFA PAYÁ

El 'dictador' que siempre sonríe

"Si gano este título lo habré hecho siendo fiel a mi estilo", nos dijo Marc Márquez el 29 de septiembre en la presentación de la 'Allianz Night Run' en Cheste. Y lo ha cumplido con creces. Atacando, luchando, yendo al límite (lo prueban las 27 caídas de la temporada y la salvaje salvada de la carrera final), intentando ganar siempre... y sin perder nunca la sonrisa. Ese extra que el ilerdense de 24 años con seis títulos y un hambre voraz lleva impregnado en su ADN: se divierte como un niño al manillar de una moto. Eso le hace disfrutar con cada éxito parcial, ser optimista ante las complicaciones y no pensar excesivamente en el riesgo llevando la Honda hasta donde no llega.

Temeridad para algunos, convicción para otros, que le permite exprimir todo lo mejor que se puede sacar a su montura. Todo el fin de semana del GP de Valencia, Marc ha seguido siendo él. Mismas risas sonoras ante situaciones cómicas, igual concentración y determinación al bajarse la visera del casco. Márquez esconde su invisible debilidad, si es que existe en algún aspecto, tras una sonrisa perenne que da tranquilidad al Repsol Honda, a sus mecánicos, a su familia, a la Prensa... a los adversarios. Si la cara es el espejo del alma, el tetracampeón de MotoGP es un tipo feliz. Y eso pone aún más nerviosos a los rivales que no saben si terminarán sus trayectorias deportivas viendo al mismo campeón año tras año.