El corazón de los Diablos Rojos de Bélgica se quedó en Toluca
El paso de la selección belga en la Copa del Mundo de México ’86 dejó una semilla en la capital mexiquense. Los niños de la calle fueron los grandes beneficiados.
Verano de 1986. El grisáceo mediodía toluqueño. Jean Marie Pfaff, bucles dorados danzantes, volaba por los cielos mexiquenses mientras Enzo Scifo enarbolaba el pincel. ‘Los Diablos Rojos’, un símil internacional del equipo local, coincidencia virtuosa, vivieron en México los mejores de sus tiempos. Claudicaron en el Azteca, aplastados por 120,000 de almas y vítores y por los testarazos pasionales de Hugo Sánchez y Fernando Quirarte. Pero en Toluca, en el ‘Infierno’, encontraron sosiego: sometieron a Irak, igualaron con Paraguay y cumplieron los requisitos para clasificar a los octavos de final bajo el criterio de ‘mejor tercer lugar’. La historia terminó con la medalla de bronce proyectada en sus ojos; un meritorio cuarto puesto mundial, su mejor actuación de por vida en Copas del Mundo. La épica de Ceulemans en Querétaro frente a la Unión Soviética, un partido imborrable; el penalti de Eloy en Puebla; el genio de Maradona en el Azteca. Varias postales de aquel Mundial tuvieron como protagonistas a los ‘Diablos Rojos’. Pero el fútbol no termina sobre el césped.
Durante su estadía en Toluca, los jugadores dirigidos por Guy Thys palparon las necesidades de las comunidades más afectadas al caminar por las calles del centro histórico. Durante el campeonato, entre partido y partido, recolectaron dinero para donarlo a instituciones públicas y privadas a cargo del cuidado y protección de los niños en situación de calle. Pero, tras partir, ¿qué pasaría con ellos? “Les damos de comer tres días pero, ¿y el resto del tiempo?”. Entonces nació la Casa Hogar Diablos Rojos de Bélgica. “Teníamos que hacer algo por los niños de la calle”, relata Michel D’Hooge, entonces médico del seleccionado nacional y actualmente presidente del comité de servicios médicos de la FIFA y miembro activo del Consejo de la Federación, el órgano ejecutivo encargado de aprobar los estatutos, reglamentos y reformas de FIFA misma y de sus competiciones, incluida la Copa del Mundo. “En mi país, los niños juegan, estudian; no trabajan en la calle”.
D’Hooge, aliado con futbolistas como Jan Ceulemans, Eric Gerets, Jean Marie Pfaff y con el empresario Ramón Martínez, dueño del hotel (Rey Inn) en el que se hospedó el equipo durante su permanencia en Toluca, fundaron el albergue en 1987 en un edificio cedido por el gobierno de la ciudad. En 1992, la Casa Hogar se trasladó a su actual ubicación, en Zinacantepec, a las afueras de la capital mexiquense. Liliana García Peña, directora de la Casa Hogar, explica a AS México cómo los ideales iniciales del proyecto se han mantenido: “A los niños se les brinda apoyo económico, un hogar, vestido, sustento, y estudios. Esa es la misión principal: proporcionarles la oportunidad de cambiar su vida. Aprenden normas, buenos hábitos. Se les da una preparación académica y todo lo que necesitan para desarrollar al máximo sus capacidades”.
Los infantes llegan al albergue por mediación del DIF estatal: “Todos ya pasaron por un juicio. La patria potestad ya no les pertenece a los papás por negligencia, por violencia, porque no tienen la capacidad para estar con sus hijos”, explica García Peña. Según la Fundación Nueva Casa Hogar-Diablos Rojos, dirigida aún por D’Hooge y establecida en Brujas, Bélgica, por el refugio han pasado más de un centenar de niños. Actualmente, hay 12. “Los niños son muy felices porque se les da todo y antes no tenían nada. Además, tienen atención psicológica, médica. El objetivo es darles una carrera para que puedan hacerle frente a la vida”. El ejemplo predilecto es Juan Adán, quien después de pasar varios años en la Casa Hogar, logró graduarse como ingeniero y viajó a Santiago de Compostela para estudiar una maestría.
La Casa Hogar está sostenida por un patronato del que todavía forman parte los jugadores del Mundial del 86 y la familia Martínez, además de personalidades Karl Dhont, miembro de la Unidad de Ética y Disciplina del UEFA. Un embajador de la fundación, según los dossieres de la misma, es Hugo Broos, actual entrenador de la selección de Camerún, el táctico detrás de la consecución de la Copa Africana a principios de año. El desfile de mecenas ha llevado, incluso, a los entonces príncipes de Bélgica, Felipe y Matilde, hoy reyes, a visitar la Casa Hogar en Zinacantepec. Otro asiduo en el mítico Jean Marie Pfaff y su esposa, a quienes los niños llaman cariñosamente ‘tíos’. “Son muy felices. Está muy agradecidos con Bélgica”, relata García Peña. Los goles de Bélgica y México se escucharán con la misma intensidad, como desde 1986. Pero su corazón está con los ‘Diablos Rojos’.