Paso atrás del Atlético en Elche
Se adelantó Thomas de cabeza y empató Lolo Plá de penalti. Los de Simeone volvieron a pecar de acierto de cara al gol. Todo se decidirá en el Wanda.
No se le había ido aún la sonrisa al Martínez Valero ni a Saúl, que apretaba una camiseta del Elche con el 8 al pecho como si fuese piel, cuando Vrsaljko quiso arrancársela de golpe con una carrera y un centro a Torres. Vallejo desvió el balón con la uña del guante. Noventa minutos después, cuando fuese el Atleti quien estuviese contra las cuerdas frente a esa red, ante el Elche, un Segunda B, ese principio parecería de otra vida, otro partido.
Un principio con momentos de buen fútbol del Atleti, que se movía, al fin, sin nervios, con cordura y brillo. Lo ponían los menos titulares y dos debutantes. Uno era Sergi, el lateral del mañana, ayer mejor que Keidi, también titular aunque no debutante, desde el inicio. El otro tenía más años y canas pero idéntica mirada con brillo. Augusto: el partido le había arrancado de un mordisco once años a su DNI. Volvía a tener 20, como cuando debutó en River, El Monumental, con 31. Jugaba más de un año después del crac de su rodilla. Dejaría a un lado la taquicardia y emoción para ser el mediocentro que más y mejores pases daría, más al sentido al balón.
Quizá por la diferencia de categoría, el Atleti pronto maniató al Elche. Thomas, pareja de Augusto para el baile del centro, se encargaba de llevarlo al marcador. Le ayudó Giménez, que trotó la banda derecha como un atleta y, al llegar al final buscó, certero, la cabeza de Thomas en el segundo palo. Su cabezazo casi rompe la red: tiene en ella la misma potencia kalashnikov de sus piernas.
Tras el gol, si el Atleti levantó un poco el pie enseguida se lo bajó el Elche con un trallazo de Flores, tras filigrana de tacón de Lolo Plá, que detuvo Moyá. Sería la única del equipo de casa en una primera parte en la que todos los focos se los pedía Sergi, con la banda izquierda hecha vereda de su tanto ir y venir. Su desparpajo era lo mejor de una Copa que no le despertaba, por otro lado el instinto a Vietto. Hasta en Elche las porterías tienen tamaño de entrada de hormiguero, un punto brillante en el horizonte, su talento, que se aleja. Da igual que le regalen balones como si fuese Navidad o le dejen solo ante el portero. La pelota se irá al palo, o fuera, o al guante, pero nunca dentro.
Nada más comenzar la segunda parte fue el Elche quien le quitó rápido la sonrisa al Atleti para no devolvérsela ya más. Sólo tuvo que agarrar un balón Lolo Plá y hacer magia. Correr, y sentar a tres rivales. Correr y meterse en el área donde Lucas le derribó. En la repetición de la tele no pareció penalti (tocó balón) pero el árbitro lo pitó. El propio Plá lo metió antes de irse lesionado. Simeone, atisbando que el partido se le iba, que el Atleti había dado un paso atrás, busco en su banquillo un efecto: Saúl, que desharía a la grada en una ovación. No cambiaría nada, sin embargo.
El Elche encerraba y Vietto seguiría igual que antes, enviando balones fuera en los mano a mano, como si antes de jugar hubiese acariciado un gato negro mientras pasaba por debajo de una escalera, rompía un espejo y cuatro saleros. Su mala suerte ahogaba a un Atleti que sangraba (en el caso de Giménez, literal, tras un cabezazo a Sory) encajonado por el Elche, el Primera en ese momento sobre el césped.
Evitó más roto el de siempre, el portero, que ayer no era Oblak pero sí Santo igual: Moyá. Evitó el gol de Verdú a bocajarro jugándose el hombro ante Vrsaljko que, al despejar, le cayó encima. Simeone ya tenía la cara de todos los partidos. Gesto lívido, negación, el traje azul casi blanco, a juego con la cara, la sonrisa convertida en mueca. El Elche se había ordenado atrás con rigor y ni los calambres lo tumbarían. Todo se decidirá en el Wanda Metropolitano. Sorprendentemente.
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