Esta vez, las sensaciones que generan optimismo, son distintas. Perú, en esos tiempos, basaba su éxito en sus excelentes individualidades. En la solidez de Chumpitaz y Díaz como zagueros; en el talento de Cueto, Uribe y Barbadillo; en el trajín y desdoble permanente de Juan Carlos Oblitas y en el día y vuelta de Jose Velásquez. Un equipo de cracks que en tiempos post Ley Bosman, habrían destacado en las ligas más importantes de Europa.
Hoy en cambio, la ilusión peruana se sustenta en el funcionamiento. Gareca ha logrado conformar un plantel escaso de nombres rutilantes y que ha privilegiado la colectividad del juego. A partir de su solidez y de la confianza que jóvenes jugadores han adquirido, Perú fue creciendo en la eliminatoria, haciéndose más competitivo y logrando en las últimas jornadas llevar ese crecimiento a la suma de puntos. No es sencillo remontarle a Paraguay y a Uruguay, se requiere de fútbol, pero también de carácter y temple. No es sencillo ganar de visita en Quito o empatarle a la Argentina de Messi en la Bombonera y con tres ausencias obligadas. Y Perú lo ha hecho a partir de imponer su expresión colectiva para defender y atacar. No es poco.
Mañana esperamos todos una jornada feliz. La tarea de Gareca y su comando técnico y el compromiso logrado de la plantilla de jugadores, lo merecen. No será sencillo. Colombia tiene oficio y gran jerarquía individual; sin embargo, la tendencia reciente parece indicar que los locales llegan mejor.