Atlético de Madrid y Leganés no pasan del 0-0 gracias a Oblak
El portero rescató un punto para el Atlético con tres paradas milagrosas. Serio el equipo de Garitano, en la segunda parte fue mejor. Caos táctico de los rojiblancos.
Tres vidas podría durar este partido y seguir lo mismo, sin goles. Para el Lega, un puntazo. Para el Atleti una resta, dos puntos menos. Y un problema: ayer pareció que sólo tenía portero. La falta de laterales izquierdos no fue germen de un nuevo sistema en el Atleti (tres centrales, cinco centrocampistas) resultó un batiburillo de intenciones. Y lo que ocurre con la intención ya se sabe: sin acción es pura ilusión. Simeone jugó con las probetas y se quemó las manos.
Y eso que comenzó con los rojiblancos con pisa, volcado hacia la portería de Cuéllar, con una intención: ganar el partido sin empezar a sudar. En un córner en el primer minuto, Vietto rozó un balón y habilitó a Giménez que, casi en la línea de gol y sin ángulo, fue a rematarlo de escorzo pero ya sin ángulo ni espacio. A la falta de laterales izquierdos, Simeone respondió con un cambio de sistema (tres centrales y cinco centrocampistas) para que Saúl añadiera otra virtud a su interminable catálogo: el de carrilero izquierdo. Le ganaba a Zaldúa todos los balones por alto, jugaba como si hubiese nacido para jugar ahí.
Tocaba y tocaba el Atleti sin más ocasiones que aquella del comienzo, ya lejana, mientras el partido se iba metiendo en un laberinto de tarascadas, golpes y fútbol espeso. Porque iban pasando los minutos y el Lega arañaba juego y contras. En una de ellas Szymanowski le ganó la espalda a Godín para ganar la línea de fondo y enviar atrás un balón que Beauvue casi encaja en la red de Oblak. Un casi muy casi.
El partido se había metido en un laberinto de tarascadas y fútbol espeso. El Lega era un muro. Caracoleaba Gabi, caracoleaba Thomas, caracoleaba Koke. Corría Griezmann, corría Correa, corría Vietto. Todos con un mismo final: una pierna azul, alzada como barreras ante cualquier ocasión. El Atleti ya era como tratar de masticar chicle de cemento.
Y eso que apareció Saúl, de pronto, con su pierna como una bocina enfurecida para volear un centro de Correa que obligó a Cuéllar a un paradón que le dejó los guantes llenos de pólvora. Poco después llegó el descanso. Si Butarque se fue al descanso con las mandíbulas apretadas de tanto masticar cemento, Simeone se fue sin voz y con alguna costura en la sisa, de tanto mover sus brazos. Pero sus órdenes se perdían en el laberinto que seguía siendo la hierba de Butarque. No llegaban a ningún lugar. Gabi perdido, Thomas impreciso, Koke era un carrilero sin carrera y a Correa se le hacía muy larga la banda, sólo Vietto se movía, ofrecía e intentaba con el final de siempre: la pierna azul.
El descanso descubrió la razón de tanto fútbol atascado. Un truco de Garitano: regar sólo la parte del Lega. En la del Atleti el aspersor fue visto y no visto. Como la mano milagrosa de Oblak de todos los partidos. La sacó ante un trallazo de El Zhar. Era otro de los trucos de Garitano. Su primer cambio, nada más regresar de la caseta. Le dio al Lega sus mejores minutos: le buscaba cosquillas a Saúl, por ahí se descosía el Atleti. La segunda mano de Oblak fue en el minuto 60, también milagrosa, también ante El Zhar. El Atleti no tendrá definición pero sobre todo tiene portero. Todos los días salva algo, de algo. Griezmann hace tiempo que no. Fue el tercer cambio del Cholo, en el 66’ (¿aviso? ¿señal?) para que Vrsaljko entrara para ser lateral izquierdo y el Atleti regresara a un esquema reconocible para sus jugadores, 4-4-2. Quizá con ello pretendiera algo muy sencillo: que su equipo volviera a parecer equipo y no jugadores que se juntan por vez primera.
Si bajaba el balón por el césped se perdía, sólo de cabeza parecía crear peligro. Primero Godín, que empaló de cabeza un centro de Koke que envió casi a la base del poste de Cuéllar. Lo sacó su guante. En esa portería también había portero. Después Torres, alto. Los gritos de Simeone seguían sin llegar a ningún lugar. Garitano le ganaba planteamiento y partida, este empate sabía a victoria. Y lo siguió siendo porque Oblak sacó otra mano milagrosa, ahora ante Amrabat, que permitía al Atleti sumar un punto pero no espantaba esa maldita sensación de batalla perdida prendida a la ropa amarilla.