Nada pasa en el Lega por casualidad

El fútbol es un agujero de gusano. En su interior, el tiempo muta. En Leganés lo saben. Ya ha pasado un año de aquella imagen. Butarque a reventar. Llegaba el Atlético con agosto agonizando. Un estreno de Primera. Las leyes del balón, sin embargo, alejan de la memoria todo aquello. La foto amarillea. Parece que sucedió hace mucho. Demasiado.

Ahora el Lega se mira en el espejo del Olimpo y se siente tan dios como el resto. Humilde y currante, sí, pero uno más. Nada que ver con la inocencia de esa primera vez en la que, por cierto, los de Simeone no pasaron del empate a cero, con Serantes volando de palo a palo para detener hasta lo imposible: en el fútbol las leyes de la física tampoco existen. Mañana Serantes no estará. Lástima. Tampoco otros que sí jugaron esa noche.

Los ‘pepinos’ de la actual cosecha han cambiado. Y apuntan maneras. Éste Lega no es aquél. Éste ha madurado. Se ha reforzado. Tanto, que se atreve a coquetear con Europa mientras Garitano insiste en los mandamientos del ‘garitanismo’: “Debemos saber quiénes somos y de dónde venimos”, repite como una letanía que no olvida otro de sus dogmas: “Nada pasa por casualidad”. Avisados quedan. Si el Atleti tropieza en Butarque, no será cosa del agujero de gusano. Aquí nada pasa por casualidad.