Un vendaval celeste asoló Ipurua, que presenció la victoria visitante más abultada en las tres temporadas y pico como campo de Primera División. Los armeros estuvieron desconocidos, sobre todo a balón parado, teóricamente su principal virtud.
El equipo azulgrana no tuvo una buena tarde. Parecía un juguete roto en manos del rodillo vigués. Unzué respira con una victoria muy cómoda y necesaria victoria porque estaba bastante cuestionado. Tampoco sufrió demasiado.
Arrancaron mejor los eibarreses, que intentaban generar peligro desde el costado izquierdo. Mientras tanto, al Celta le costó entrar en harina. No obstante, cuando lo hizo fue absolutamente letal. Imparable.
Nadie daba crédito. De hecho, hasta el árbitro tardó en dar por buenos esos inverosímiles tantos. Ambos llegaron tras clamorosos errores defensivos y, aunque justas, eran posiciones legales. De ahí las posibles dudas.
La fiesta gallega no acabó ahí. Otro fallo local propició un rotundo resultado para esas alturas del partido. Tucu Hernández, también estelar, lo aprovechó. Antes el conjunto guipuzcoano mandó dos balones al palo. Ni en eso estuvieron afortunados y así se fueron, visiblemente afectados, cabizbajos, a reflexionar.
Mendilibar hizo sus cambios rápido, si bien ninguno surtió el efecto que deseaba. Es más, siguió viendo cómo sus jugadores eran dominados hasta recibir un nuevo mazazo en forma de gol. Wass redondeó una paliza sin paliativos. Pudo ser incluso mayor, pero no quisieron hacer sangre.