Villarreal y Espanyol gozaron de varias ocasiones pero los porteros tuvieron un papel fundamental para mantener el empate. Castillejo pidió un penalti en el 13'.
Empatar tiene sus cosas buenas. Gracias a la igualada que se vio esta vez en Estadio de la Cerámica, Quique y Escribá, antiguo tándem de 2004 a 2011 que ahora está roto por los roces, no tuvieron que cruzarse por protocolo ni felicitarse al término del partido. Ambos se marcharon con el gesto medio torcido. Villarreal y Espanyol se quedaron a medias, a un paso de catapultarse en la tabla tras gozar de buenas ocasiones y a idéntico camino de desempolvar las dudas por sus agujeros en defensa y la escasa puntería.
Fue un milagro que se llegara al descanso sin goles. El Espanyol mandó al toque de corneta de Darder y tuvo tres grandes ocasiones que sirvieron a Barbosa para reivindicarse con Asenjo y Andrés fuera. Al Villarreal, con Cheryshev de salida siete meses después y tras jugar 1.400 minutos en dos años, no le hizo falta el balón como otras veces para contrarrestar los picotazos de Jurado entre líneas y la zurda de Gerard, un ex que no volvió a casa para saludar a los amigos. Con mil problemas para sacarla jugada con limpieza (ay, Álvaro…) y para conectar con Bacca y Bakambu (ay, Bruno…), el Submarino lo intentó a base de contras y con disparos de media distancia, a los que Pau siempre dio una buena respuesta. Su líder fue una vez más Castillejo. Una promesa con aires de Di María que ahora sí ha explotado gracias a una amplia paleta de registros. Él protagonizó la polémica del partido en el 13’ al ser trabado con el gatillo listo por Javi Fuego. La duda de si ese presunto penalti no señalado era o no estuvo en qué fue más impactante: la zancadilla o la caída.
Al Villarreal se le vio más agobiado que su rival tras el descanso. El runrún que no acaba de irse al mínimo bache que aparece, las apreturas del calendario y el hecho de ver al Valencia de Marcelino por arriba en la tabla, incomodan. Escribá pedía calma para solucionar el continuo ataque posicional, pero Castillejo estaba en reserva y pudo el ansia de agradar y consolidar la mejoría. Por eso se vio obligado a sacar a Soriano, la pausa personificada, y a exprimir a Bakambu, un goleador cada vez más incisivo. No atinó, pese a merecer en estos minutos más que su adversario. El Espanyol aprovechó para arroparse, intentar estresar más al Submarino y meter balones profundos a Gerard como rutina, que de verdad es como se siente cómodo. Los cambios no modificaron nada. El 0-0 da la razón a la teoría de Escribá en la previa, en la que como viejo matrimonio volvió a opinar de forma totalmente opuesta a Quique: ambos equipos tienen el mismo nivel y, se supone, objetivos parecidos.