El día que Vitolo, un ídolo durante cuatro años, volvía al Sánchez Pizjuán, Jesús Navas, un icono de toda la vida del club, el chico campeón del mundo nacido en Los Palacios y criado en la carretera de Utrera, borró un poquito más al canario del imaginario sevillista y puso patas arriba Nervión con un gol con mitad de veneno y mitad de suerte. Aquel perfil de centro-chut que hizo famoso Goikoetxea con su gol ante Alemania en el Mundial de Estados Unidos. Unas veces más acertado, otras menos, Navas insistió una y otra vez sobre el costado de Las Palmas en su partido 400 con el Sevilla. Lo dañó y al final lo hizo sangrar. Jugadores tan esforzados merecen siempre premio. El Sevilla se llevó el partido y sigue en la punta de la Liga. Su fiabilidad, su regularidad, es digna de aplauso. No es un equipo brillante de momento, pero su espíritu le permite no desistir jamás. Berizzo está optimizando al máximo su plan de rotaciones. Ganó a Las Palmas y guardó efectivos para el partido grande del sábado en el Metropolitano. Qué espectáculo.
Fue un partido, cómo no, marcado por el regreso de Vitolo. Mercado lo recibió con un entradón a los 20 segundos de partido. Marcando territorio. Para el canario, aquello fue un infierno. Mercado le dio una vez más. Y otra. hasta que vio tarjeta. También Ganso le dejó algún recado. Vitolo se marchó tocado en el minuto 58 en medio de la ingratitud general y una bronca memorable. Los clásicos de Nervión cuentan que hubo pocas así. Pero el recibimiento a Vitolo sumió al Sevilla en cierta confusión. Después de un inicio correcto, sus centrocampistas, Ganso y Krohn Delhi especialmente, perdieron fuerza. Correa se empieza a quedar con demasiada frecuencia en filigranero y Ben Yedder no era suficiente. Las Palmas jugó serio y se empezó a apropiar del balón. Calleri estuvo fantástico. Su guerra con Kjaer fue preciosa. Berizzo tenía arsenal en el banquillo. Especialmente, el fabuloso Banega. Él puso a navegar otra vez al Sevilla. Luego apareció el duende de Los Palacios.