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Más que revancha, una lección

México

El Barça recuperó el ánimo. El aire de la Liga le hace respirar mejor. Los bronquios los maneja Iniesta todavía. Piqué es un central de los de antes: alguien a quien le comprarías un coche averiado. Y Messi. La garantía que tienen sus depresiones es que sólo son visibles cuando no se mueve. Cuando Messi se mueve, el Barcelona genera tal cantidad de ocasiones insólitas, de belleza o de peligro, que se esfuma esa sensación melancólica que tiene el argentino cuando está quieto.

Ese es, entre veterano y clásico, el pulmón del Barça. Piqué, Iniesta, Messi. A ese pulmón le han crecido algunas alas, unas antiguas y otras presentes. El acierto que hasta ahora muestra Ernesto Valverde, el entrenador tranquilo, es el de haber combinado la sístole y la diástole del corazón del equipo sin que se le rompan las venas. Este Barça de anoche se parece al que desató, en otro tiempo, las ilusiones que luego fueron marcadas por el triunfo. Lo que sucede ahora es extraño: los agoreros, incluso los muchos azulgranas agoreros, decidieron que este Barça que empezó asfixiado ya estaba también desahuciado. En el fútbol funciona la teoría de la relatividad. Y también la ley del esfuerzo. La Juventus venía con una herencia humillante para el Barcelona. El partido de anoche no fue exactamente una revancha: fue un ajuste de cuentas del Barça consigo mismo. Estos futbolistas respiran mejor porque ahora se miran entre sí y se reconocen.