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El buen samaritano

El Madrid, que siempre ha sido equipo con colmillo, se ha ablandado con el Barça, víctima de un verano atroz, pero líder de la Liga ahora mismo. Es un gobierno temprano, inestable para su hinchada, que abandonó el Camp Nou pidiendo la dimisión del presidente Bartomeu. Fueron muchas las heridas que abrió el caso Neymar, y eso no se arregla con tres victorias, empujadas por Messi, automático con el gol. Messi le ha comprado tiempo a la directiva del Barça. El Madrid le ha dado un margen impensable de tranquilidad a su gran rival. Frente al Levante repitió el empate que alcanzó contra el Valencia, pero con menos juego, menos goles y menos recursos en el campo. Es un gran equipo sometido a dos graves problemas: la ausencia de un segundo ariete de garantías y el vacío que ha dejado Pepe en una defensa que dependerá en muchas ocasiones de Nacho, que deberá acometer un desafío casi imposible: cambiar el don de la versatilidad por el de la ubicuidad.

Al equipo no se le puede acusar de condescendencia o vagancia. Se exprimió y encerró al Levante, pero no le aterrorizó. No le hizo sentir el efecto Bernabéu. El Levante se defendió con orden y bastante soltura. No entró en pánico nunca. Cuando la cosa se volvió fea, se puso en las buenas manos de Raúl Fernández, aquel portero que Marcelo Bielsa intentó promocionar en el Athletic. No lo consiguió. Raúl no estaba maduro para guardar una de las porterías más exigentes del fútbol español. Ahora es toda una garantía en el Levante.

Sin Cristiano Ronaldo y sin Benzema, lesionado en la primera parte, Zidane tiró de Bale. Mayoral no estaba convocado. Este tipo de situaciones no serán anormales durante la temporada. No es raro que coincidan una sanción y una lesión. En ese caso, el Real Madrid se verá en la misma situación que frente al Levante. Y nadie sabe cuándo pueden darse circunstancias de este pelaje. Ahora, en el comienzo del campeonato, suena a aviso. Más adelante, en el fragor de la Liga o de la Copa de Europa, esta situación invitará al pánico.

El Madrid ha perdido a Morata, delantero titular de la Selección española, y Mariano, un ariete que agita los partidos con su optimismo y su potencia. O Mayoral rompe definitivamente, algo que por ahora no se adivina en el horizonte, o el Madrid pensará con melancolía y fastidio en el desaprovechado mercado de verano. El problema defensivo tampoco es manco. Varane se lesiona con frecuencia, Carvajal no tiene un sustituto natural tras la salida de Danilo y Vallejo no terminó de convencer en el verano. Cualquier contratiempo obligará a Zidane a tomar decisiones poco naturales. Contra el Valencia, Casemiro tuvo que retrasar su posición hasta el centro de la defensa.

Aunque el partido reiteró la tesis que se manifestó frente al Valencia, el Madrid añadió algunas razones más para el empate. Por una vez, la portería le quedó lejos. Dispuso de varias ocasiones, pero no fue el tambor batiente que suele intimidar a sus rivales. Bale contó con las ocasiones que Cristiano no perdona. Bale perdonó. Hace goles, pero no es un goleador. Hace jugadas, pero le cuesta jugar. Deslumbra en alguna ocasión, pero no transmite. No es un líder, ni nunca lo será. Esta clase de partidos, muy habituales en el Bernabéu, los suele ganar Cristiano con dos zarpazos. Curioso lo suyo: es crucial cuando juega, pero su prestigio sigue creciendo cuando no juega.

Sin Modric para establecer un plan y sin Casemiro para imponer disciplina, el Madrid tuvo un aire experimental. Nueve de los once titulares -todos menos Benzema y Kroos-, habían pasado por el primer equipo antes de cumplir 20 años, un dato que invita a la cohesión y al conocimiento de la enorme exigencia que supone jugar en el Real Madrid. Es un proyecto grande, alentador, que se inició el sábado con los típicos desajustes y blanduras que caracterizan a todos los planes incipientes.