Con Carlos Vela de cambio, la Real Sociedad golea al Villarreal
El atacante mexicano entró al 66' por Juanmi, en la goleada de los donostiarras sobre el Submarino Amarillo.
No encontró Xabi Prieto mejor manera de celebrar su partido 500 con la Real Sociedad que marcando uno de los tres goles de la clara y contundente victoria del equipo txuri-urdin sobre un Villarreal desastroso, que hizo aguas por todas partes en Anoeta. No le bastaba al gran capitán de la Real con recibir un pequeño obsequio antes del partido, o con la sonora ovación que se llevó de la grada puesta en pie cuando se cumplió el minuto 10 del encuentro. No. El donostiarra tenía que redondear su gran noche. Con un gol. Para la historia. Para siempre. No le bastaba con pasar a ser el quinto jugador de la Real en alcanzar esa mágica cifra. Tenía que marcar y tocarse el escudo. Para demostrar la leyenda en la que se ha convertido en este club.
El donostiarra sopló 500 velas hundiendo a un submarino amarillo al que las bajas han diezmado su potencial hasta dejarlo como un inofensivo gatito en manos de una voraz Real que completó una primera primorosa, bordando un fútbol de altos vuelos que le llevó a marcar tres goles, pero que bien pudieron haber sido más. Willian José abrió la lata, con uno de esos goles que reflejan su tremenda hambre, y Juanmi se vistió de fino estilista para cerrar un primer tiempo que será recordado durante mucho tiempo con una vaselina fina y preciosa que surcó el cielo donostiarra hasta entrar en la portería del Villarreal. En esa jugada tuvo la mala fortuna de lesionarse Andrés Fernández, el portero del Villarreal, que no pudo continuar y que evitó una goleada sonrojante con una actuación soberbia.
La segunda parte de esta historia pudo tranquilamente sobrar. A nadie le hubiera extrañado si el colegiado llega a portar el final del partido en el descanso. Porque estaba todo vendido. No hubo reacción de orgullo de un Villarreal muy tocado por las bajas pero también a años luz de ese equipo que el año pasado quedó en quinta posición. Y la Real no quiso hacer sangre. Solo las arrancadas de Odriozola o la insistencia de Oyarzabal, que no se cansó de busca el gol, y la aparición sobre el césped de Agirretxe, que volvía a pisar Anoeta, despertó del letargo a los aficionados, que para entonces paladeaban el justo 3-0, disfrutaban de su equipo y aplaudían cada balón que tocaba el gran capitán, un Xabi Prieto que no olvidará su partido 500 con la Real. Es el premio merecido a una trayectoria intachable. Esta historia merecía un final así.
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