Retrato fiel de un Barça desfigurado
La imagen del Barça salió muy mal parada de la ida de la Supercopa. Ni el aire arbitral favorable le sirvió para evitar una humillación considerable y, por primera vez en mucho tiempo, se divisó una notable superioridad futbolística del Madrid, que sin exprimirse contuvo con suficiencia a un equipo que, un día, fue un vendaval. Sin ánimo de ser cruel, donde antes uno veía cabalgar sin cadena a Alves, templar a Xavi y regatear a Neymar, ahora ve escaramuzas irrelevantes de Aleix, Denis y Deulofeu. Un escalón de calidad gigantesco que se hace más evidente ante un Madrid hegemónico.
El Barça acelerará ahora la llegada de Paulinho, Dembélé y Coutinho, jugadores que le darán cierto empaque. Resulta que, a día de hoy, no se puede asegurar que eso vaya a arreglar los males de un grupo que quiere aparentar que no hay síndrome post-Neymar pero en el que se están abriendo brechas. Suárez, además de tirarse, se pasó todo el partido protestando a sus compañeros, Messi fue a acelerones y el Barça se partió en cuanto pasó un ratito. Bartomeu vio desde el palco que su obra se ha desfigurado. Vendió el Barça del triplete y del tridente y las dos cosas ya han caducado. A Valverde también se le vio alicaído. Es generoso decir que el diagnóstico del Barça es preocupante. Su falta de poderío contrasta dolorosamente con cada exhibición de un Madrid fresco y nuevo.