Hazaña del descamisado
El triple de Cristiano. Vino con hambre en la segunda parte, como Asensio. Éste marcó su gol, el tercero, e hizo ademán de quitarse su camiseta. Parecía un gesto ensayado. Como una respuesta a la ya famosa camiseta de Messi, cuando el delantero azulgrana celebró así, despojándose de ella, un gol último en el Bernabéu. Asensio no llegó a desnudarse (como tampoco lo hizo Messi, por cierto), pero Cristiano sí lo hizo, tiene con qué. Lució, tras su estupendo gol, la excelente forma física que le hizo decir al (también estupendo) Antonio Romero en Carrusel que ese torso sirve para lavar la ropa.
Para que te enteres. Después de ese gesto Cristiano le mostró, otra vez como Messi, la camiseta al público, y ya no hubo sino la acostumbrada amonestación al desnudo, al descamisado. Y ya parecía que no iba a haber más. Pero hubo. El árbitro lo penalizó tras un penalti que no le pitó, y el portugués se despertó de su caída con un cabreo que le llevó a dos hazañas que no le fueron bien para el acta: le tocó una roja, por simulación (muy contestada por su equipo y por el propio Iturralde, árbitro de Carrusel). Y cuando ya parecía que esa despedida tan veloz del goleador todo iba a quedarse en eso, tan solo, el portugués tocó levemente al árbitro en la espalda. Éste lo miró, como si fuera un golpe en el metro, y ya se armó la marimorena.
Inesperado. Fue una segunda parte inesperada para un tiempo que descalabró a un Barça inútil, a expensas de las ocurrencias de Messi, despojado de Iniesta, que había sido bueno en la primera parte, decepcionado por el temprano gol de Piqué, afectado por una grave desconcentración, arrojado a los leones de Isco y de Marcelo, una jauría que celebró el arreón tras el gol en puerta contraria como el toque de corneta para una victoria que sólo sufrió un incidente, el gol de Messi, y un contratiempo, la anécdota grave protagonizada por Cristiano. La primera parte era de versos; la segunda fue de novela negra. La hazaña que siempre hay en las novelas negras la protagonizó, en todas sus vertientes, la buena y la mala, el fugaz héroe portugués.
Espadas como labios. En la primera parte, el Barça y el Madrid habían dado un recital reflexivo, como si estuvieran escribiendo, con versos viejos, un nuevo libro de poemas sin sustancia. Algunos destellos, claro, de antiguos poetas, como Iniesta, o de nuevos versificadores, como Isco. De resto, narrativa más que poesía. No había nada; la segunda parte vino el temporal azul, que azul vistió el Real Madrid para convertir el partido en un mar de nubes para el Barça.
Noticia de ciencia-ficción. Pero hubo una noticia, en esa primera parte. De ciencia-ficción. La verdad es que el descanso del fútbol se hace muy largo hasta que vuelve Carrusel y escuchamos a don Luis Suárez, que nunca decepciona. Anoche, en medio de la galbana, hablaban los compañeros de tertulia del fichaje del Barça, Paulinho. Alguien dijo que iba a ser un gran segundo de Busquets. Don Luis salió con una de las suyas. Dijo el gran futbolista gallego que hizo historia en el Inter y en el Barça: “Para eso que me fichen a mí! ¡Una vez cada dos meses y soy como Paulinho”. Es de ciencia-ficción, pero sería una noticia enorme ver de nuevo, aunque sea cada dos años, a don Luis lanzando pelotas hacia el punto infinito pero cierto donde está quien marque.