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Washington Redskins

La imparable ascensión de Terrelle Pryor en los Redskins

El receptor está teniendo un campo de entrenamiento en el que todo son excelentes críticas y está llamado a ser una gran estrella en Washington.

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La imparable ascensión de Terrelle Pryor en los Redskins

Llevo varios días leyendo maravillas de Terrelle Pryor. Ya sé que los campo de entrenamiento son pasto de hipérboles alocadas sobre los jugadores de los equipos, que los periodistas que les cubren tienen muy claro que los aficionados están deseosos de soñar con imposibles y con que todo es feliz y bello. Pero con Pryor la cosa va un poco más allá. Os ahorro la lista de epítetos. Sólo os digo que es el jugador de los Washington Redskins del que más cosas positivas, grandilocuentes, he leído.

Y no es de extrañar. Con la pérdida de Pierre Garçon y DeSean Jackson se habían quedado un poco huérfanos en la posición de receptor y el fichaje de Pryor vino a suponer un clavo ardiendo al que agarrarse sin remedio. Ahora la cosa se ha puesto seria de verdad: se ha convertido en el WR principal del equipo según el primer depth chart publicado de los Redskins. Hemos pasado de las alabanzas propias de la época a la realidad de los hechos.

No deja de ser una sorpresa si tenemos en cuenta que sólo lleva un año jugando la posición, pero nada en la carrera de Pryor ha sido normal, así que no deberíamos extrañarnos.

Porque Terrelle explotó el año pasado como receptor en los Cleveland Browns, pasando de las mil yardas con nada menos que 13,1 yardas por recepción, cuando había sido quarterback a lo largo de toda su ya dilatada vida alrededor del football.

Terrelle Pryor fue una megaestrella en la universidad. Eligió jugar para Ohio State cuando media NCAA le quería (y la otra media ni siquiera lo intentó por no poder aspirar a él). Imagen icónica del quarterback de doble amenaza, que te bate con el brazo pero te destroza corriendo, con una zancada prodigiosa. Los Buckeyes de Ohio State ganaron dos veces seguidas la conferencia Big Ten con Pryor de gran estrella.

El problema es que se vio envuelto en un escándalo de beneficios inapropiados siendo aún estudiante y su periplo acabó en caída libre. Fue el causante, aunque accidental, del final de la etapa del mítico entrenador Jim Tressel en Ohio State y el jugador tuvo que presentarse al draft suplementario de 2011 con el rabo entre las piernas: los Oakland Raiders sólo dieron una tercera ronda por él.

Pronto se vio que no podía jugar como quarterback en la NFL, pues no tiene la capacidad para dirigir un pocket, pero sí que tiene el físico para estar en la liga. Esa evidencia no le impidió intentarlo como QB en Oakland, Seattle, Kansas City, Cincinnatti y, finalmente, Cleveland. Allí, tras tantos tumbos, Hue Jackson le convenció para ser receptor a tiempo completo. Y, entonces, la explosión de 2016. 

Las mil yardas que consiguió, la explosividad que demostró, la promesa de volver a ser indefendible, como en sus años de universidad, sirvieron para que Washington le hiciese un contrato de un sólo año y seis millones de dólares. Y ¿sabéis qué? quizás sea una bendición para él.

Porque como se cumpla lo que se viene barruntando desde hace dos semanas, que no es otra cosa que se puede convertir en el mejor jugador ofensivo de los Redskins, o en el más llamativo y con mejores números (me perdone Jordan Reed), se presentaría en la próxima agencia libre con las credenciales suficientes para conseguir su gran cheque.

Estamos muy lejos de eso y toca disfrutar del juego de Terrelle Pryor. El jueves en Baltimore, ante los Ravens, tendremos la primera ocasión de comprobar como le sienta al quarterback reconvertido en receptor el ser el primer WR en la jerarquía de la plantilla.