Basta de llorar como sistema de protección
En una tarde como muchas otras, después de terminar Pasión W y camino a una comida, me llegó la reclamación de un primo querido al que utilizaré simplemente como referencia en este texto. “Muy mal” decía el reclamo (en un chat familiar) bajo un pantallazo que obtuvo de un video en la cuenta de Facebook de AS México, en el que se señalaba una “increíble falla” de Javier Hernández.
Le expliqué que horas antes había pedido a mi equipo de redacción que se modificara la el título del video, pues creo que la acción debía ser calificada como una simple falla (si acaso), acompañada de un enorme acierto del defensor, que evitó, sobre la línea de gol, la primera anotación del mexicano con el West Ham. Pero, aunque el ángulo del titular ya era otro, mi intenso familiar insistió en que quien llegara a calificar la jugada como un fallo, no sabía nada de futbol; que se trataba de una gran mentira, mala saña contra un paisano y una verdadera estupidez.
Me encantan las redes sociales; soy enemigo de satanizarlas, calificarlas de inhumanas o culparlas de la desintegración social. Pero es verdad que resaltan más que nunca nuestra milenaria costumbre de quejarnos de todo. Sí, siempre han existido chillones; desde que yo recuerdo (y no existía el twitter) nunca faltó el compañero, amigo, pariente o conocido que se quejaba del gobierno, del país, del mexicano, del estadounidense, del futbol local y mundial, de la selección, de los medios de comunicación (antes sí que eran cosa seria), de su familia, amigos, la vida y la muerte. Pero todo eso, hoy lo llevamos a las redes y lo compartimos con otros cientos (miles o millones) de socios que piensan como nosotros y que nos hacen sentir que tenemos razón.
Aclaro, para no olvidar el hilo del tema; nos equivocamos en juzgar la jugada como una “increíble falla”, pero en España (no solo en AS sino en otras publicaciones con el mismo prestigio) la vieron también como un error; vi muchas opiniones de mexicanos y extranjeros sobre la misma jugada y la mayoría (al menos de los que yo tomo como referencias) la vieron como error ofensivo combinado con acierto defensivo. Lo malo es descalificar de inmediato a quien piensa diferente, atacándolo y trasladando un simple caso de opinión e interpretación personal a un delicado y molesto tema de traición, envidia, mentira, amarillismo o tema personal.
Yo acepté, aun tratándose de mi familia, que se criticara mi trabajo (al final es mi responsabilidad lo que se publique en AS México y AS USA); le pedí que no lo borrara (pues ya más tranquilo lo ofreció) y le insistí en que ese es el tema importante: aprender a respetar la opinión de los demás. Que Chicharito se tire al piso cada vez que se le critica y diga que “así es el mexicano”, no me extraña, a nadie nos gusta que se nos señale una falla… ¡A NADIE! Pero ese es su caso y es muy entendible; lo que no comparto es esta sobreprotección visceral que se hace de nuestros jugadores, entrenadores y equipos, solo por tratarse de marcas mexicanas. No comparto ese afán proteccionista de lo mexicano; me gusta la competencia y la tengo todos los días contra medios locales e internacionales; conozco mucha gente de otros países y ellos no me van a perdonar nada ni me van a proteger por ser mexicano. Les da exactamente lo mismo de dónde sea, me quieren ganar y yo a ellos.
Si opinamos diferente, igual expresemos nuestra opinión, es bienvenida y lo saben; pero atacar a un medio, comentarista o periodista porque piensa diferente a nosotros y acusarlo de mal mexicano, es un exceso que no nos ayudará a crecer. Yo quiero, como lo sugirió hace poco el joven Diego Reyes, “mejores mexicanos en todos los ámbitos” y eso incluye las canchas de futbol. No seamos más niños llorones, mimados por mamá y papá. Si fallamos, ni hablar, a levantarse y volver a patear a gol.
De salida
Una cosa más. Es cierto, para quienes me piensen sacar el tema; hay comunicadores que sí exageran sus posturas y lo llevan a lo personal, buscando, como ahora le dicen, “incendiar” las redes y llevar audiencias de oportunidad a sus medios, con discursos preparados, actuados y carentes de argumentos. Claro que existen los Gerardos o los André, pero deben ser señalados en lo particular, jamás al medio o, peor aún, a “los medios” de comunicación. Ahí sí fallamos, pues cada quién es responsable de trabajar su parcela y de la calidad del vegetal que produzca su pedazo tierra.
Gracias, primo, por el tema.