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Calderón, nunca lo entenderían

México

Un cielo encapotado bañaba la ciudad de Madrid mientras un servidor, con tan sólo nueve años, recorría el Paseo de los Melancólicos “con mi papá de la mano”. Sólo me quedaba una semana para cumplir los diez y por eso mi padre, un madridista de pro, decidió regalarme mi primera visita al Vicente Calderón. Aquel 31 de marzo de 1998 fue la primera de tantas tardes emocionantes en la ribera del Manzanares. Maravillosas son las historias que hemos vivido dentro de nuestro viejo estadio.

Fantásticos goles como el de Vieri al PAOK, vertiginosas carreras de Aguilera por la banda, el hambre de Falcao, la raza de Simeone, el arquero de Kiko, la insistencia de Torres, la precisión de Pantic y Koke, la eclosión de Saúl contra el Bayern, la Bota de Oro de Forlán, la gambeta de Agüero, los perfectos lanzamientos de nuestro Zapatones, o el reconocimiento a nuestras geniales mujeres del Atlético Féminas. ¡Gracias, fenómenas! También hubo tiempos aciagos, incluso en ellos, con el campo lleno en Segunda, o en Champions, aguantando el aguacero de la eliminación y el meteorológico sin parar de animar. Por eso resulta inútil “decirles qué se siente”. Nunca lo entenderían.

Luis Enrique Escribano es participante del concurso Despídete del Vicente Calderón con el Diario AS.