25 ANIVERSARIO JUEGOS OLÍMPICOS BARCELONA '92
Barcelona 92: la flecha mágica del ganador de los Premios Goya
El dardo lanzado por Antonio Rebollo lo diseñó Reyes Abades, el rey español de los efectos especiales en el cine. El Príncipe Felipe, abanderado.
La flecha que encendió el pebetero del Estadio Olímpico de Montjuïc a las 22:40 de un 25 de julio de hace ahora un cuarto de siglo pesaba cien gramos, media 109 centímetros y tardó segundo y medio en recorrer los 80 metros que separaban el arco tensado de Antonio Rebollo de ese pebetero. Hacía 38 minutos que el equipo español había cerrado el desfile inaugural, encabezado por el entonces Príncipe de Asturias y ahora rey Felipe VI.
En el momento en que había de prenderse el fuego, la noche era apacible y estaba acunada por The Flaming Arow la música de Angelo Badalamenti, creador de la banda sonora de Twin Peaks. El silencio de los espectadores se quebró con un grito de alegría al producirse el encendido. Durante 21 días y 21 noches la llama llegada de Olimpia iba a iluminar Barcelona.
La flecha mágica fue la estrella de la Ceremonia Inaugural de los Juegos de la XXV Olimpiada. Su diseñador fue Reyes Abades, experto en efectos especiales que por aquel entonces ya había ganado dos Goyas por las películas ¡Ay, Carmela!, de Carlos Saura, y Beltenebros, de Pilar Miró, y que iba a ser recompensado posteriormente con otros siete, entre los que se cuentan los de El Día de la Bestia, El Laberinto del Fauno o Balada Triste de Trompeta.
Antonio Rebollo, el arquero paralímpico que fue elegido entre doscientos aspirantes, era un ebanista que fue medalla de plata en Los Ángeles 1984 y de bronce en Seúl 1988 e iba a ser de nuevo subcampeón en Barcelona 1992, los Juegos que le hicieron mundialmente famoso, no por sus logros deportivos, sino por impulsar esa flecha mágica en la mágica noche de la Montaña Mágica de Montjuïc.
Fue el momento culminante de una Ceremonia de Inauguración que rompió todos los moldes clásicos anteriores. La dirigió el grupo catalán La Fura dels Baus, que hizo una auténtica obra maestra, calificada también como mágica, la palabra que más se repite a propósito de aquella noche y de aquellos Juegos.
Se calcula que la disfrutaron por la pequeña pantalla 3.500 millones de espectadores, la cubrieron informativamente 1.907 periodistas y 700 fotógrafos de todo el mundo, y la transmitieron 90 cámaras de televisión.
En el palco de honor, los Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, y cerca de ellos jefes de Estado y presidentes de gobierno, entre los cuales estaba Fidel Castro, que saludó la entrada del equipo cubano puño en alto. Los caribeños volvían a la cita olímpica tras sus ausencias por decisión política en Los Ángeles 1984 y Seúl 1988.
Fue el pistoletazo de salida a los Juegos que iban a cambiar el deporte español para siempre, aunque las competiciones se habían iniciado el día antes con los primeros partidos de fútbol y la victoria de España sobre Colombia por 4-0 en un encuentro disputado en Valencia.
Por la mañana, antes de la Ceremonia, algunos partidos de pelota, deporte de exhibición. La pareja española formada por Rujambio y Balerdi derrotó a los mexicanos Vera y Olivos por 22-1, y Beloki dejó a cero al también centroamericano Texcalpa.
Pero los que más atrajeron la atención fueron los baloncestistas del Dream Team, que dieron una rueda de prensa por la mañana. No se alojaban en la Villa Olímpica, sino en un hotel de lujo, y las medidas de seguridad en torno a ellos eran extremas. Chuck Daly, el entrenador, estaba asombrado: “Me preocupa el revuelo que provocan mis jugadores cada vez que pisan la calle. En dos días han recibido más empujones y agarrones que en una temporada completa en la NBA”.
El hecho de que las estrellas profesionales no vivieran en la Villa provocó críticas de los periodistas estadounidenses, que les acusaron de no tener espíritu olímpico. La defensa de los jugadores fue entre despectiva y burlona. John Stockton: “Hemos venido aquí para ganar a los otros equipos, no para vivir con ellos”. Charles Barcley: “Nosotros tenemos a Dios en el equipo (se refería a Michael Jordan) y por eso es lógico que no estemos mezclados con los demás”.
Debutaban al día siguiente, ante Angola. Era la primera vez que los profesionales de la NBA competían en unos Juegos.