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El tercer tiempo

Vitolo como pretexto

Lo que ha sucedido con Vitolo requiere una mano como la que hizo el mejor relato de Gabriel García Márquez, El coronel no tiene quien le escriba. Sucinto, lleno del ritmo que ha de darse a las explicaciones de lo incomprensible; su autor alcanzó la mayor metáfora en Cien años de soledad, reino del realismo y de la magia. Pero en ese relato se superó: contar como si no estuviera pasando nada. Y es imposible contar lo que pasó con Vitolo sin buscar en el arcano surrealista de los canarios. Que el equipo amarillo hiciera tanto esfuerzo por tener allí a esta estrella tres meses no es sólo un capricho.

El burlador de Sevilla

No es sólo un capricho, pues es premeditado y alevoso, como toda burla. El futbolista emprende regreso a Sevilla, amaga con entrar en las oficinas del que es todavía su club. Da media vuelta y regresa por sus pasos a los brazos del club que lo había cedido, el Atlético. Éste no tiene dinero para volver a recibirlo, o no puede reficharlo porque las leyes de la vida y del fútbol se lo tienen prohibido. Entonces viene la salvación de la mano del presidente de la UD Las Palmas. Y Vitolo vuela a Gran Canaria a hacer feliz el baño en Las Canteras. Por un trimestre. En Cien años de soledad hay milagros igualmente incomprensibles.

Lo incomprensible

No es la primera vez que ocurre en el fútbol. En el arcano está lo que pasó con Kubala y con Di Stéfano, pero eran tiempos más heroicos. En este caso, lo de Vitolo ha sido puesto de ejemplo (en La Ventana de Francino) de lo que debería estar en Google en las reseñas de lo misterioso, de lo que parece normal pero es incomprensible. En las escuelas de negocios tendría que enseñarse en el lado oscuro de las asignaturas, y el profesor tendría que ser el Mago Ramírez. También podría ser, muy bien, materia para el gran novelista que es Alexis Ravelo, el autor de Los milagros prohibidos.

El milagro Semedo

Pues éste que acaba de suceder con Vitolo podría muy bien ser catalogado como un milagro prohibido. El fútbol es un empecinamiento veraniego, a veces. El Barça, por ejemplo, necesitaba un lateral derecho como el comer. Y no ha parado hasta llenar la casilla. Semedo. Me decía un ilustre culé: “¡Pero si no lo hemos visto jugar!” Así es la cosa: no es preciso verlos jugar, así ha pasado con otras sombras del pasado, que vinieron de pronto, porque los conocía algún técnico, se ponía la camiseta y terminaba yéndose en pos de otra camiseta, al año siguiente. Le queda a Semedo trecho para ser un gran jugador.

AS y Barcelona

Todo deporte es una metáfora de un país. No hay mejor metáfora de Barcelona que el 92: todos los deportes juntos en los Juegos y la ciudad viviendo un momento pletórico. Que AS haya ido allí a celebrar su medio siglo teniendo como metáfora aquellos Juegos pone de manifiesto el sentido del ritmo histórico de este periódico medio centenario y, también, la vitalidad de la memoria de lo que ocurrió hace veinticinco años allí. La sensibilidad con la que Relaño destaca “el archivo de cortesía” de Barcelona es un manifiesto de respeto por aquella época así como una demanda al entendimiento que ahora resulta tan imperioso.

Garbiñe la nuestra

Venezolana o española, o española y venezolana, Garbiñe Muguruza es Garbiñe la nuestra. Su triunfo en Wimbledon abre una nueva etapa del tenis femenino español, a la altura siempre de los mejores del mundo. Con serenidad y alegría, esta muchacha risueña (los tenistas suelen ser risueños: debe darlo el aire libre) alcanza un campeonato que constituye la mejor noticia de competición en este tiempo marcado por lo incomprensible del fútbol. El tenis es ganar y perder, después de mucho esfuerzo, como el ciclismo. El fútbol, en verano, es negociación y magia. Como entre trileros.